Primero actor teatral, con una larga trayectoria, Angulo debutó en el séptimo arte de la mano de Imanol Uribe en 'La fuga de Segovia' (1981), pero no fue hasta que Enrique Urbizu lo llamó para 'Todo por la pasta' (1990) cuando su carrera cinematográfica se consolida. Allí conoce a Álex de la Iglesia quien años más tarde le da la oportunidad de construir uno de sus personajes más recordados, el del cura en 'El día de la bestia' (1995), film capital en el reciente cine español, y por el que el actor recibe su primera nominación a los Goya, en la categoría de mejor actor principal.
A partir de ahí, y con más frecuencia, el rostro de Angulo se hace familiar para cualquier tipo de espectador, en numerosas series de televisión y películas, tanto que casi es absurdo el nombrarlas. De rostro amable y un carisma innegable en muchos de sus personajes, era la clase de actor que justificaban el visionado de cualquier película.
Álex Angulo estaba por encima del bien y del mal —en cine son la misma cosa, la fama—y su pérdida es un golpe duro para el trabajo de ese tipo de actores de carácter que hacen grande una profesión. En definitiva, para el CINE.
Vía | El correo
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