Aún a sabiendas del convencimiento del “tío Walt” de que los filmes basados en pequeños segmentos o cortos eran mucho más rentables y fáciles de producir, estaba claro que tanto el taquillaje como las críticas hacia sus propuestas durante los años cuarenta habían terminado por hacer algo de mella en los inagotables ánimos del creador de la Disney, y el regreso al tipo de filmes con los que la compañía se había presentado al público era sólo cuestión de tiempo, anunciándose en 1948 en las páginas del ‘Annual Report’ de los estudios que su próximo proyecto sería una adaptación del cuento de ‘La Cenicienta’ de Charles Perrault.
Los cincuenta, la década del esplendor
Pero ese no era el único título que Walt Disney barajaba como posibilidad para devolver el esplendor perdido a su empresa y varios habían sido los proyectos que, siempre adaptando obras literarias, habían pasado por las manos del cineasta antes de que éste se decidiera por la historia de la joven huérfana que, maltratada por sus dos horribles hermanastras y por una madrastra cruel y tiránica, tendrá la posibilidad de ver cumplidos sus sueños gracias a la ayuda de su hada madrina y de un zapato de cristal.
Así, Disney había contemplado primero la posibilidad de llevar al terreno animado a los que terminarán por convertirse en dos de los emblemas más reconocibles de la larga filmografía de la productora: el ‘Peter Pan’ de James M. Barrie y la ‘Alicia’ de Lewis Carroll. Considerando que ambos personajes y sus historias eran demasiado fríos para la calidez que quería que instilara el regreso a los cuentos de las producciones de la compañía, Walt se terminó decantando por una jovencita que guardaba no pocas concomitancias para con su exitosa Blancanieves, intentando así garantizar el éxito de la empresa.
Una empresa que se pondría en manos de aquellos que habían venido en llamarse los “Nueve Viejos”, un grupo de animadores del que ya hablamos en la entrada correspondiente a ‘Dumbo’ (id, Ben Sharpsteen, 1940) y que estaba formado por Les Clark, Marc Davis, Ollie Johsnton, Mit Kahl, Ward Kimball, Eric Larson, John Lounsbery, Wolfgang Reitherman y Frank Thomas, nueve nombres que determinarían sobremanera el transitar de las producciones de la casa durante esa década de los cincuenta que fue la que, de forma definitiva, asentó a la Disney como la reina indiscutible en el terreno de los dibujos animados.
‘La Cenicienta’, o cuando el interés residía en los secundarios
No creo que haga falta haber visto todas las producciones de la compañía, o ser un experto en su cine para apreciar que, en lo que a personajes carismáticos se refiere, los primeros filmes de Disney trabajaron muchísimo mejor los secundarios y los villanos que aquellos que servían de título a sus películas. Tanto es así que si uno piensa en ‘Blancanieves…’ lo primero que se le viene a la cabeza son los siete enanitos y lo segundo la malvada madrastra de la protagonista. Otro tanto sucede, por ejemplo, con Pepito Grillo, el Honesto Juan y Stromboli al recalar en ‘Pinocho’ (‘Pinocchio’, David Hand, 1941).
Es pues normal que, al recuperar los esquemas de las producciones que más éxito cosecharon en el público estadounidense, Walt y su equipo creativo tuvieran claro que el triunfo de su nuevo cuento animado pasaba, sí o sí, por crear una galería de secundarios que ganaran la partida de lejos a un personaje central que, como apuntaba más arriba, no se aparta prácticamente nada de los esquemas que sirvieron, doce años atrás, para definir a la primera princesa Disney. Un hecho que no ayuda mucho a que la percepción acerca de ‘La Cenicienta’ sea todo lo positiva que uno desearía.
Pero centremos nuestra atención momentáneamente en el rosario de carismáticos personajes que los responsables del filme hacen orbitar en torno a la estrella —aunque bien cabría decir que es al contrario—: tenemos a los simpatiquísimos ratones con el dicharachero Jack y el simpático Gus a la cabeza; contamos también con la némesis de todo roedor que se precie, un gato llamado Lucifer que sólo piensa en llenar la tripa y, dejando a un lado a los animales, dos presencias femeninas en los dos extremos del espectro, la bondadosa y algo despistada Hada Madrina, y la pérfida madrastra, cuya presentación es terrorífica —y genial—.
Con todos ellos de por medio, la mucha atención que la cinta les presta —atención a la secuencia del desayuno— y el protagonismo que terminan atesorando de cara a la resolución de la trama, resulta a mi entender incuestionable que la inane historia de amor entre Cenicienta y el príncipe pase a un modesto segundo plano a la hora de valorar lo mejor de un filme cuya animación recupera mucho —aunque no todo— del esplendor de antes de la Segunda Guerra Mundial y que, eso sí, supuso un éxito impresionante para la compañía, recaudando 7 millones de dólares que respaldaban la apuesta de los estudios.
Unos estudios que a partir de aquí comenzarán una escalada exponencial en cuanto a calidad de la animación y de las historias y que, al menos durante diez años y cuatro producciones más, no conocerán límites que no sean capaces de sobrepasar. Importa poco pues que, en última instancia, ‘La Cenicienta’ no sea todo lo que se podía haber esperado de ella si se la compara con lo que la siguió, cuando es éste el trampolín que sirvió de ese necesario revulsivo que la Disney llevaba varios años necesitando; hasta tal punto que no podría entenderse la historia de lo que nos llegará si cierto zapato de cristal…
Via:blog de cine
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