La fórmula había funcionado. El reducir costes, apostar por un filme
enhebrado a base de coloridos cortos y evitar contar una única historia
se había saldado para ‘Saludos amigos’ (id, VVDD, 1943), sexto largometraje de la Disney, con unos estupendos resultados económicos que servían a su máximo responsable para querer aprovechar el filón de este tipo de filmes hasta sus últimas consecuencias.
Una apuesta que, como decíamos la pasada semana, llevará a la compañía a
producir en lo que resta de la década de los cuarenta varias cintas del
mismo corte de las que ‘Los tres caballeros’ (‘The Three Caballeros’, Norman Ferguson, 1945) es siguiente e irregular ejemplo.
Con el mercado de Europa cerrado debido a la 2ª Guerra Mundial,
Disney encontró en Sudamérica el sustituto perfecto para esos cientos de
miles de potenciales espectadores que al otro lado del charco poco caso
podían hacerle a unos simpáticos dibujitos cuya máxima pretensión era
hacer reir y pasar un rato inolvidable: y ya que ‘Saludos amigos’ se
había centrado en Argentina, Chile , Bolivia y Brasil, la siguiente
apuesta animada de la compañía tendría como objetivo cubrir ese pequeño olvido de la cinta que había sido no mirar hacia sus fronteras sureñas más inmediatas, dedicando especial atención ‘Los tres caballeros’ a México.
Vertebrada de nuevo con la ayuda de Donald, pero ya sin la
intervención de éste más que en el tramo final de metraje, ‘Los tres
caballeros’ arranca con el pato recibiendo un paquete que, una vez
abierto, comienza revelando un proyector de 16mm a través del cual
conoceremos la historia de ‘El pingüino de sangre fría’, un simpático
segmento que poco o nada tiene que ver con el supuesto hilo conductor de la proyección,
que se le ha introducido al protagonista como ‘Aves raras’. En términos
de animación, nada que destacar, y si a esta historia le tengo especial
cariño es por la de veces que llegué a verla siendo un pequeñajo,
porque hoy, con el paso de los años, no pasa de ser una gracieta algo
insulsa.
Igualmente inane resulta ‘El gauchito volador’, también perteneciente
a ese filme que está viendo Donald y que, salvo lo simpático del diseño
del burro con alas —que tampoco es que tuvieran que quebrarse mucho la
cabeza, ya tenían medio trabajo hecho en los centauros de ‘Fantasía’ (id, VVDD, 1940) y el otro medio en los burros de ‘Pinocho’
(‘Pinocchio’, David Hand, 1940)— no aporta nada ni al devenir de la
episódica cinta ni, por supuesto, a una evolución de formas en la
animación Disney que, hasta cierto punto, se quedó estancada en el mismo lugar durante algo menos de diez largos años.
Trascendidos estos dos, es el momento de recoger el testigo de
‘Saludos amigos’ y traer de vuelta a José Carioca, el simpático papagayo
que había sido introducido en el anterior filme y que tanta popularidad
había alcanzado gracias a él. Llevándose a Donald a la colorida Bahía,
es a partir de aquí donde el visionado de ‘Los tres caballeros’ se vuelve más tedioso y aburrido,
ya sea por la insistencia de la cinta de ir ofreciendo canción tras
canción, ya porque, con las mismas intenciones que la ‘Acuarela Do
Brasil’ de su antecesora directa, ni ese paseo por la ciudad Brasileña,
ni el traslado de la acción a México y la introducción de Panchito, un
gallo ruidoso y pendenciero que es novedad del filme, ni el que el tramo
final venga rodado mezclando animación con imagen real —algo que los
estudios no hacían desde los tiempos de los primeros cortos de Alicia y
que aquí comenzarían a perfeccionar sobremanera— ayuda a que lo
prolongado de la acción en este segmento pueda percibirse como la
diversión que en teoría debería ser.
Con el handicap que a priori plantea el que una cinta de “dibujitos”
llegue a resultar aburrida, es muy evidente que ‘Los tres caballeros’ no pasará a la historia del séptimo arte como uno de los puntales inequívocos del cine de animación
en general y el de Disney en particular, y sólo queda de él en el
recuerdo la nueva adición a la galería de personajes más o menos
emblemáticos de los estudios, un Panchito que, no obstante, carece del
carisma suficiente como para hacer frente a Donald, ese pato que volvía a
demostrar de mano del equipo de animación ser una apuesta segura de
cara a la taquilla.
Via:blog de cine
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