Alexandra Jiménez, anfitriona ácida y descacharrante en la primera edición de los trofeos de la crítica española. Por YAGO GARCÍA
En todo caso, el presidente de la Asociación de Informadores Cinematográficos, David Carrón, parecía no caber en sí de gozo, con buenos motivos: esa "locura" de la que él hablaba sobre la alfombra roja había salido bien, y toda la maquinaria de los galardones se hallaba en pleno arranque. Ante los micrófonos de la prensa, Rodrigo Sorogoyen (Stockholm) parecía no creérselo del todo, tampoco: imaginaos vosotros en esa situación, defendiendo la nominación a Mejor Película Dramática de un filme financiado por crowfunding y rodado en el piso que comparte con Javier Pereira. Aunque a lo mejor le preocupaba el hecho de que Aura Garrido (nominada a Mejor Actriz Protagonista) hubiese comparecido en el lugar vestida de amarillo, vete tú a saber.
Dada su forma de confraternizar con el respetable, a Álex de la Iglesia no parecía preocuparle el mal de ojo: contando a su vera con siete nominaciones por Las brujas de Zugarramurdi, con la también candidata Terele Pávez y con una Carolina Bang envuelta en un apropiado vestido rojo infernal, cualquiera se sentiría seguro de sus poderes. Hugo Silva, por su parte, también se dejaba querer. Y la decepción llegó al enterarnos de que Mario Casas, nominado por la cinta hechiceril de De la Iglesia y por La mula, no podría hacer acto de presencia al encontrarse en Chile rodando The 33.
Siguiendo nuestra costumbre de divagar, nos planteamos otro interrogante: si el nombre de estos galardones deriva de la película Feroz (Gutiérrez Aragón, 1984), y dicha cinta tenía por eje a un hombre que se transformaba en oso... ¿Acabaría el acervo popular conociéndolos como 'ositos', o algo así? Las declaraciones de Carolina Bang, aclarando el sentido de Las brujas... ("Las mujeres son muy malas, pero los hombres son muy idiotas"), la estampa de Antonio de la Torre (nominado por Caníbal) hinchándose a firmar autógrafos y el vestido negro, ajustadísimo y con pedrería de Blanca Suárez nos apartaron de esa ociosidad cerebral, por lo cual siempre les estaremos agradecidos.
Y en estas estábamos cuando dio comienzo la ceremonia, con un vídeo introductorio que nos permitió descubrir que Alexandra Jiménez tiene en su móvil un politono de En busca del Arca perdida, y un primo de Calatayud que se llama Pedro, como Almodóvar. En general, el montaje de Cabezas nos ofreció un repaso exhaustivo de todos los tópicos de nuestra industria, esos con los que se despachan nuestras columnas El cine al desnudo: no faltaron ni las webseries ni las rivalidades encarnizadas. El sketch de Alexandra con Bárbara Santa Cruz, así como la frase "una gran profesional de caderas anchas" deberían pasar a la historia, casi tanto como eso de observar las películas con la mirada limpia, "como lo haría Carlos Boyero" o las pullas a Holmes & Watson: Madrid Days, a la subida del IVA (por Caníbal), a la ley del aborto (La gran familia española) y a Jose Ignacio Wert a cuenta del argumento de Grand Piano. Que se agotase el cupo de chistes políticos permitidos para una entrega de premios fue una pena, pero al menos el discurso de la presentadora nos permitió adivinar que durante la gala el humor ácido camparía por sus respetos, lo cual siempre se agradece mucho tratándose de una industria en perpetua crisis.
Acto seguido llegó el turno para Alexandra de bajarse del estrado y aguijonear a los nominados en las mesas, lo cual nos regaló delirantes monólogos en off interpretados por la presentadora desde el punto de vista de sus víctimas: nosotros nos quedamos con el de Antonio de la Torre, no sólo por el contenido sino también por las delirantes muecas del propio. Según apuntó la Jiménez, en nombre suyo y de Paco Cabezas, "una industria sana es una industria que sabe reírse de sí misma". Sólo una queja, y es que a aquellas alturas los chistes acerca de lo difícil que resulta pronunciar "Zugarramurdi" empezaban a oler.
El premio a la Actriz de Reparto lo entregaron Javier Pereira y un señor que afirmaba ser "el doble de acción de Antonio Resines" (bueno, y de las ovejas de La ciudad no es para mí, entre otros muchos personajes míticos), pero que que iba ataviado como un híbrido de Superman, Darth Vader y ese señor con chándal al que siempre sorprendemos amodorrado en el portal de nuestra casa. Al descubrir que la agraciada era Terele Pávez, Álex de la Iglesia casi hace con la veterana actriz lo que el personaje de esta pretendía con el hijo de Hugo Silva y Macarena Gómez en su filme: comérsela viva, aunque esta vez a besos. Terele, que quedará en los anales como la primera ganadora de un Feroz, se mostró emocionadísima con su premio, respondiendo el público con una enorme ovación. Acto seguido, tocó entregar una de las categorías más originales de los premios: la presentación de nominados a Mejor Cartel vino acompañado por otra caricia verbal, esta vez por parte de Pereira y dedicada a los portadistas de La Razón. Los ganadores, autores de la serie de pósters de 3 bodas de más, dejaron claro (con encanto, eso sí) que los diseñadores gráficos no forman la categoría profesional más habituada a subir a un estrado para entonar un discurso de agradecimiento.
Cargada de lexatines, o eso decía ella, Jiménez presentó a Macarena Gómez y al mítico Pancho, el chaval macarrilla de Verano Azul. El cual, todo sea dicho, aparte de lucir lo que comunmente se conoce como "más pluma que un edredón", parecía no haberse enterado aún de la muerte de Chanquete. El galardón para Mario Casas (recogido in absentia por Álex de la Iglesia, pero agradecido por el ganador mediante un vídeo) debería servir, en un mundo perfecto, para acabar con años y años de chistes sobre camisetas, o sobre su ausencia. Y llegó otro premio: el de Mejor Tráiler, compartido por Gente en sitios y... ¡Pedro Almodóvar por Los amantes pasajeros! Aceptando el trofeo con elegante jocosidad, el manchego parodió su famoso discurso de los Oscar, y también tuvo palabras para Gonzalo Suárez. Aun a riesgo de ser más malos de lo que ya somos, nosotros apuntamos a que tal vez estaba acordándose de cierta Academia y de ciertas estatuillas con forma de pintor cabezón, que este año se han pasado por el forro tanto las virtudes de su filme como las de la película de Juan Cavestany.
Tras la pausa televisiva agradecida por muchos presentes (es muy amanosa para ir al baño) Como los Feroz se entregan durante una cena de gala, David Carrón inició su discurso pidiendo un brindis. Y también reveló que la génesis de los Feroz estuvo, "como tantas otras cosas hoy en día", en un grupo de Whatsapp: la influencia de los smartphones en el cine español, esa gran desconocida. Además, hubo un recordatorio muy pertinente, y es que la dichosa crisis no sólo tiene en un sinvivir a los profesionales del séptimo arte, sino también a los de la prensa. Que los interesados tomen nota.
La siguiente pareja de presentadores estaba formada por Carlos Bardem y una señora cuya opinión del cine español era más bien pobre (tanto hablar de folleteo y de vagancia subvencionada delataba cierta envidia, si nos preguntan) y a la cual, de no haberse tapado con un bolsazo enorme, hubiéramos tomado por la propia Alexandra Jiménez. Antes de saber que David Trueba (Vivir es fácil con los ojos cerrados) ganaba el premio a Mejor Guión, pudimos contemplar un juego lindante con el sadismo y muy inspirado en el Tabú (ya sabes, ese de las palabras prohibidas) padecido por todos los nominados a Mejor Película salvo Manuel Martín Cuenca. Al hermano de Fernando Trueba le agradecemos mucho esa mención a los periodistas secuestrados en Siria, y la dedicatoria a la difunta Concha García Campoy. Tras un par de banderillazos de antología, uno para la política sanitaria del gobierno y otra a Manolete, el premio honorífico al filme más ninguneado del año, entregado por el propio David Trueba y Bárbara Santa-Cruz a Daniel Castro e Ilusión. Lo cual, amén de para ganarle un poco de exposición mediática a un filme fenomenal, nos permitió recordar el temazo que es Trabajadores. Castro, además, quedó de lo más digno al expresar sus objeciones hacia el galardón: su película fue un proyecto pequeño, y orgulloso de serlo, y está gozando de una repercusión internacional muy satisfactoria.
Despojándose cual superheroína de su disfraz de bolso, Alexandra Jiménez (a estas alturas, por cierto, su nombre ya era trending topic en el Twitter hispano) dio paso al momento trágico de la noche: gracias a ella, descubrimos que el señor Roberto Esponja falleció durante el rodaje de Las brujas de Zugarramurdi, y que su señora (casada con él por lo civil en una piña debajo del mar) tiene una venganza pendiente con Álex de la Iglesia por dejarla viuda, madre de trillizos y pensando ponerse a trabajar de estropajo de compañía. Presentando el premio a Mejor Banda Sonora llegaron María León y un sujeto con el cual nosotros sí que tenemos cuentas por arreglar: el publicista que traduce al español los títulos de las comedias románticas americanas. Reconozcamos, no obstante, que lo de rebautizar La gran familia española como Boda por pelotas podría tener su punto. Músico agraciado de la noche: Víctor Reyes, el hombre responsable del festival de semicorcheas que suena durante Grand Piano.
Es de ley para una industria reconocer a sus genios ignorados, máxime si estos construyeron su primera cámara con una caja de farias y una botella de Anís del Mono. Pero, aunque Alexandra le dedicase un discurso para anunciar acto seguido su fallecimiento (los premios honoríficos, ya se sabe), nosotros juraríamos que el tal Jose Ignacio Pérez de Ossorio no sale en IMDb. Además, suponemos que el planchazo debió ser de los gordos, pero eso no justificó que Jiménez fuese por ahí mendigando copazos de mesa en mesa. Por supuesto, aquello era parte de un sketch que servía de prólogo al Feroz de Honor para José Sacristán. El cual, mira tú por dónde, no es sólo vecino de la anfitriona en la ficción cachonda, sino también en la vida real, y que se presentó repartiendo ramitos de perejil. El inmenso actor recibió la estatuilla de manos de otro grande, Gonzalo Suárez, quien se permitió bromear con una posible profesión alternativa como entregador de premios. Sacristán, entrando en materia, repartió estopa y llamó a los ánimos y a la solidaridad en su discurso, invitándonos a "defender a esa criatura llamada película española" y a "encontrar nuestra ferocidad para defender nuestra dignidad" contra recaudadores, recortadores y demás purria. Un honor ser los pregoneros de un peliculero como usted, maestro.
Blanca Suárez (¿hemos dicho ya que estaba guapísima?) tuvo un compañero de excepción para su labor como presentadora de Mejor Actriz Protagonista: el tsunami de Lo imposible, rebozado en algas marinas y relegado, por cosas de la fama y sus mareas, a papeles de afluente. Una de las favoritas de la noche, Marián Álvarez, subió al estrado para recoger su estatuilla por La herida. Sí, Marián: entendemos que, como Terele Pávez, tú también te busques en la crítica. Cuando iba a procederse a entregar el trofeo de Mejor Actor Protagonista, un visiblemente ébrio tsunami empezó a proferir invectivas contra Juan Antonio Bayona, y estuvo a pique de ser desalojado del escenario. Menos mal que se marchó él por su propio pie, porque si no la llegada de Antonio de la Torre para recoger su premio por Caníbal hubiese quedado bastante deslucida. Pese a toda su buena prensa, De la Torre (que también es periodista, por cierto) se presentó muy emocionado, recordando la cifra exacta de plumillas españoles en paro (somos 11.000) y mencionando en la misma frase a Nelson Mandela y a la insurrección burgalesa de Gamonal.
Nacho Vigalondo y el primo andaluz de Lars Von Trier (este último, parcialmente enmudecido por un problemilla con el micrófono) entregaron el premio a Mejor Director: de nuevo le tocaba a David Trueba hacer el camino del estrado, acogiendo su galardón con ese gesto de elegancia y buen gusto que supone citar al Lloyd Bridges de Aterriza como puedas. Tras una confidencia (su peluquera es fan de Carlos Saura), Alexandra Jiménez dio paso a una encuesta callejera en la que ella y Paco Cabezas le tomaban el pulso a la vox populi: los directores y productores presentes en la sala deberían tomar nota de alguno de esos argumentos 'alternativos' sugeridos por la gente de la calle, lo juramos.
En terrenos más próximos, como ella apuntó, a una película coreana de terror, la presentadora narró acto seguido una siniestra historia, la de un crítico creado a partir de material genético de Javier Ocaña, Carlos Boyero y Luis Martínez. El susodicho engendro apareció sobre el estrado a continuación, dejando ver por su siniestro continente que semejante potaje cromosómico no podía llevar a nada bueno, y menos aún si tu oficio te condena a deambular de festival en festival. Menos mal que Belén Rueda le mandó callar educadamente para, anunciando las nominadas a Mejor Comedia, cometer el patinazo más divertido de la noche con la mención de una tal Vivir es fácil con los ojos abiertos. El premio no recayó en la cinta de David Trueba, eso sí, sino en Tres bodas de más, cuyo multitudinario equipo de producción subió a la tarima para turnarse en brevísimios, casi tuiteros, mensajes de agradecimiento. Stockholm pasaba a continuación a coronarse como Mejor Drama, lo que llevó a sus responsables a agradecer el premio con entusiasmo juvenil. Y así, puestos en pie los asistentes y con un recordatorio de Alexandra Jiménez a Candela Peña, la gala terminó con una nota alta. El año que viene habrá más, y esperemos que (todavía) mejor.
Via:Cinemania
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