domingo, 29 de diciembre de 2013

Disney: 'Dumbo', de Ben Sharpsteen


Después de tres filmes a cada cual más maravilloso, se podría pensar que los estudios Disney habían asentado las bases sobre las que hacer descansar el futuro de sus producciones. Y si bien dicha afirmación no se aleja de la realidad, circunstancias externas e internas, decisiones que con el tiempo se antojan equivocadas y un descenso notable en la calidad de la animación de sus títulos provocarían que el resto de la década de los cuarenta, que tan brillantemente había comenzado para la casa de Mickey Mouse con ‘Pinocho’ (‘Pinocchio’, David Hand, 1940), viera el alumbramiento de ocho largometrajes que no hacían justicia a la terna con la que Walt Disney había sorprendido y encandilado a espectadores de todas las edades a lo largo y ancho del planeta.
Responsables directos del largo estío que vivió la compañía durante estos años fueron, de una parte, la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque a Pearl Harbor —un momento histórico que afectaría de forma directa al filme que hoy nos ocupa— y el desplazamiento momentáneo del interés del público norteamericano por las propuestas de la productora; de la otra, y de forma mucho más ligada al devenir de los estudios, estará la huelga interna que afectó a los estudios a mediados de 1941, comenzando un proceso de fuertes cambios internos que terminará con la breve etapa dorada de Disney para dar paso a la de los “Nueve Viejos”, apelativo cariñoso que utilizaba el propio Walt para referirse a Les Clark, Marc Davis, Ollie Johsnton, Mit Kahl, Ward Kimball, Eric Larson, John Lounsbery, Wolfgang Reitherman y Frank Thomas, los hombres que llevarían el rumbo de la empresa hasta bien entrados los años setenta.
Dumbo 1
Centrando el discurso en ‘Dumbo’ (id, Ben Sharpsteen, 1941), esta adaptación del cuento de Helen Aberson y Harold Pearl fue, en primera instancia una apuesta personal del “tío Walt” por demostrar que podía rebajar los costes de producción de un filme animado por debajo del millón de dólares. Detrás de esta apuesta se escondía, no obstante, el mal momento que la empresa estaba pasando desde el punto de vista económico y, tras abandonar la idea inicial de haber convertido al relato en un corto a la manera de las ‘Silly Symphonies’ y terminar por desistir en el intento de levantar la producción debido a las presiones de su hermano, sería la insistencia de Joe Grant y Dick Huemer, la pareja de guionistas, la que provocaría que Walt Disney volviera a respaldar la filmación de ‘Dumbo’.
Una filmación que se hizo en tiempo récord —apenas un año en comparación con los tres que ocupó ‘Pinocho‘— y que, en consecuencia, adolece de un fuerte descenso en la calidad del producto final, sobre todo si se la compara con lo que sus predecesoras habían mostrado. Y así, una de las primeras cortapisas que siempre he encontrado en ‘Dumbo’ para terminar considerándolo un filme menor de la compañía y, a la postre, uno de los que más se aleja de los que considero puntales a la hora de aproximarse a lo mejor que los estudios han producido a lo largo de sus ocho décadas de existencia es, como decía, la calidad de su pátina visual.
Dumbo 2
Ello no quita, no obstante, para reconocer algunos de los valores que la cinta supervisada por Ben Sharpsteen sigue atesorando hoy, setenta y dos años después de su estreno en el Broadway Theater el 23 de octubre de 1941. Entre ellos está, no cabe duda, lo iconográfico de su personaje principal, ese elefante de pequeña trompa, enormes orejotas y expresivos ojos azules que, como bebé que es, no emite ni una sola palabra a lo largo de todo el escueto metraje. Y es que, con sólo 64 minutos de duración, ‘Dumbo’ es el largometraje más corto de Disney y el que, a la postre, y gracias a la intención de Walt, resultó el más barato y rentable, ya que su inversión de 812.000 dólares se dobló en su breve vida en taquilla hasta el millón seiscientos mil de recaudación.
Volviendo a Dumbo, la estrella de la cinta, es incuestionable que las varias decisiones que se tomaron en torno a su diseño y “personalidad” redundan sobremanera en la rápida toma de cariño que el espectador de cualquier edad puede desarrollar. Y ese es quizás el mayor triunfo del filme, el que siendo niño puedas sentirte identificado hasta cierto punto con la historia de este “freak” ridiculizado por sus semejantes que encuentra su lugar en el mundo gracias a un don que nadie más tiene y que, una vez eres adulto, observes con ternura a un pequeño para el que Bill Tytla, el animador de él encargado, utilizó gestos de su hijo de dos años, dotando así al protagonista de una humanidad a prueba de bombas.
Dumbo 3
Ahora bien, dejando de lado los logros alcanzados con Dumbo —logros que, por otra parte, ya se habían obtenido con cualquiera de los tres filmes anteriores—, es igualmente incuestionable, al menos para el que esto suscribe, que la simplicidad de que la cinta hace gala en términos generales en cuanto a su animación, con fondos poco o nada trabajados, abuso de silueteado o reducción a la mínima expresión de los humanos no redunda precisamente en beneficio de su valoración, como tampoco lo hace, en última instancia, lo escueto de su guión.
Vale que fuera intención del propio Disney el simplificar los parámetros en los que se habían movido sus filmes anteriores —que, excepto ‘Fantasía’ (‘Fantasia’, VVDD, 1940), tampoco es que se revistieran de una complejidad desmesurada— pero de ahí a ofrecernos una historia como la de ‘Dumbo’ hay mucho camino recorrido. Y por mucho que se pueda aducir que es una película de “dibujitos”, que es para niños, y cualquier otra disquisición de las que siempre se sacan a colación cuando se habla de cierto sesgo de la animación, es firme opinión del que esto suscribe que, con sus anteriores producciones, los estudios habían demostrado que se podía hacer un tipo de cine que huyera de ajustarse a un modelo de edad determinada.

Si a tan importante traspiés unimos las inevitables comparaciones entre Timoteo y Pepito Grillo —aunque bien es cierto que el primero actúa, aparentemente, por desinterés mientras que el segundo buscaba cierto reconocimiento por parte del hada azul— o el hecho de que, insistiendo en la línea experimental de ‘Fantasía’ se meta con calzador el variado número musical que surge de las visiones de Dumbo cuando se emborracha, no es de extrañar que este filme no se encuentre entre mis clásicos favoritos de unos estudios a los que, a partir de aquí, les costará casi una década remontar el vuelo.

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