El realizador apuesta por una narración
fracturada en dos líneas temporales que se entremezclan constantemente.
Pasado y presente se funden de manera natural y fluida. Puede
considerarse un mero ejercicio de estilo, un alarde, pero yo no concibo ‘Alabama Monroe’
de otro modo. Contada de manera lineal acabaría enfocándose
inevitablemente en los aspectos más dramáticos, limitando la potencia
del relato. Una película son extractos de vida, y ésta va unida a los
recuerdos, a menudo un modo de escapar de la realidad. Van Groeningen
juega con el montaje para aliviar a sus personajes y a los
espectadores, recuperando destellos de alegría en los peores momentos,
el buen humor y la química de una pareja cuyo amor ha quedado marcado
por la tristeza y la desesperación.
Fundamentales para el impacto emocional del film son la música, cuyos temas acompañan maravillosamente los altibajos de la historia, y la labor de los actores, que cantan, bailan y viven sus personajes. Ella, Veerle Baetens, ilumina la pantalla en cada aparición, tiene una de las risas más hermosas que he visto en una película, y luce un gran talento para decir todo sin necesidad de pronunciar una palabra. Él, Heldenbergh, tiene un papel más difícil pero lo borda igualmente. Hace creíble una evolución que en manos de casi cualquier otro intérprete habría resultado forzada y caprichosa. Como su compañera de reparto, es tan espontáneo que no dudas que estás viendo a una persona de carne y hueso, con sus pasiones y contradicciones, manías y convicciones, virtudes y defectos.
Ambos cometen errores importantes cuando se tuerce la felicidad, y sus opuestas maneras de afrontar la crisis los va separando poco a poco. Es muy interesante de ‘Alabama Monroe’ el choque entre la fe religiosa de Elise y el ateísmo de Didier cuando deben afrontar las dolorosas consecuencias de la enfermedad de su hija, y las diferentes visiones de la vida y la muerte se convierten en un obstáculo insalvable para la relación. Uno de los momentos cumbre de la película llega tras un emotivo concierto que parece preparar al público para una resolución fácil y complaciente, pero Van Groeningen, con toda coherencia, deja libre a Didier, que explota con un implacable discurso contra Estados Unidos y la Iglesia.
Quizá se pasa un poco de rosca, puede que sobre algo de énfasis en el mensaje, pero la entregada interpretación y la situación en la que ocurre, para mí justifican la escena. Es pura rabia, desatada, inconsciente, insolidaria, cuando lo que uno espera/teme es la culminación del melodrama más convencional. Claro que todas esas palabras no sirven de nada, al contrario, solo empeoran las cosas, y sin embargo, ¿quién no las firmaría? Por extraño que parezca, ‘Alabama Monroe’ es una de las películas más devastadoras que veréis en años, y aun así se despide uno de ella con una sonrisa en los labios. Te lleva a donde creías que ya no te podían llevar. Una experiencia inolvidable. Por esto amo yo el cine.
Fundamentales para el impacto emocional del film son la música, cuyos temas acompañan maravillosamente los altibajos de la historia, y la labor de los actores, que cantan, bailan y viven sus personajes. Ella, Veerle Baetens, ilumina la pantalla en cada aparición, tiene una de las risas más hermosas que he visto en una película, y luce un gran talento para decir todo sin necesidad de pronunciar una palabra. Él, Heldenbergh, tiene un papel más difícil pero lo borda igualmente. Hace creíble una evolución que en manos de casi cualquier otro intérprete habría resultado forzada y caprichosa. Como su compañera de reparto, es tan espontáneo que no dudas que estás viendo a una persona de carne y hueso, con sus pasiones y contradicciones, manías y convicciones, virtudes y defectos.
Ambos cometen errores importantes cuando se tuerce la felicidad, y sus opuestas maneras de afrontar la crisis los va separando poco a poco. Es muy interesante de ‘Alabama Monroe’ el choque entre la fe religiosa de Elise y el ateísmo de Didier cuando deben afrontar las dolorosas consecuencias de la enfermedad de su hija, y las diferentes visiones de la vida y la muerte se convierten en un obstáculo insalvable para la relación. Uno de los momentos cumbre de la película llega tras un emotivo concierto que parece preparar al público para una resolución fácil y complaciente, pero Van Groeningen, con toda coherencia, deja libre a Didier, que explota con un implacable discurso contra Estados Unidos y la Iglesia.
Quizá se pasa un poco de rosca, puede que sobre algo de énfasis en el mensaje, pero la entregada interpretación y la situación en la que ocurre, para mí justifican la escena. Es pura rabia, desatada, inconsciente, insolidaria, cuando lo que uno espera/teme es la culminación del melodrama más convencional. Claro que todas esas palabras no sirven de nada, al contrario, solo empeoran las cosas, y sin embargo, ¿quién no las firmaría? Por extraño que parezca, ‘Alabama Monroe’ es una de las películas más devastadoras que veréis en años, y aun así se despide uno de ella con una sonrisa en los labios. Te lleva a donde creías que ya no te podían llevar. Una experiencia inolvidable. Por esto amo yo el cine.
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