miércoles, 16 de octubre de 2013

[Crónica Sitges 2013] Los reincidentes vuelven a Sitges

Vemos lo nuevo de Nicolas Winding Refn, Quentin Dupieux, Brillante Mendoza y Ben Wheatley, viejos conocidos del festival. Por TONI VALL

[cronica sitges 2013] los reincidentes vuelven a sitges

¿Es elástico el tiempo en Sitges? Seguramente ya lo habréis oído alguna vez. Igual incluso lo habéis experimentado. En Sitges puede uno entrar en el cine a las 8:30 y salir a las 3:00. En el intervalo se ha metido nueve películas entre pecho y espalda. ¿Espacio entre una y otra? Veinte minutos, máximo. Comida y bombona de oxígeno no incluidas.
¿De qué va esto del fantástico? Imposible responderlo. Y menos atendiendo a la divergencia de enfoques, miradas, delirios y renglones torcidos que propone el género. Baste echar un vistazo a las pelis vistas entre ayer y hoy.
Sólo Dios perdona es la nueva de Nicolas Winding Refn. El director de Drive sigue erre que erre obligando a Ryan Gosling a un hieratismo que, me temo ha adoptado ya para siempre. No sé si se ha dado cuenta, pero me da a mí que ha querido plagiar mal a Gaspar Noé –hay planos, colores y panorámicas calcados de Enter the Void- y enrocarse en una trama criminal confusa, caprichosa, arbitraria. Consigue imágenes de gran belleza, trabaja el espacio sonoro como casi nadie, pero su solemnidad es cansina. Y vacía, me temo. No me convenció en absoluto pero su propuesta es seria, su cine es cine, su calado es innegable.
Hay una sección paralela llamada Secció oficial fantàstic especial. La tercera palabra es elocuente ¿no? Pues si alguien tiene a bien de contarme que hay de fantástico en Wrong Cops, de Quentin Dupieux, se lo agradeceré infinitamente. Hace unos años vimos Rubber, protagonizada por un neumático, una idea simpática que se agotaba a la media hora. Dupieux progresa adecuadamente: ahora la idea se agota a los diez minutos. Mi memoria enferma acumula todo tipo de recuerdos y allí caben retazos de cosas como Supermaderos y Kops, inefables documentos sobre la estulticia del cuerpo policial. Pues Wrong Cops itera sobre lo mismo, sobre el humor absurdo, disfuncional y monguer de unos pasmas sin nada más que hacer que tocar las pelotas a todo cristo. Alguna risa, interés ninguno.
El caso de Dupieux viene a cuento para reseñar el que es sin duda uno de los grandes méritos del festival. Si algo me encanta de Sitges es su facilidad natural para crear fieles. Esos directores que presentaron aquí sus primeras obras y que están encantados de repetir. La lista es interminable. Y entre ellos, Brillante Mendoza. La violenta Kintatai fue en 2010 una sorpresa. Y Possession sigue su estela. Es, para entendernos, un experimento emparentado con esa nueva forma de filmar y narrar surgida con Monstruoso: cámara en mano, intención de subjetividad y pseudo-documentalismo. Una serie de extraños sucesos relacionados con el maligno están sucediéndose en Filipinas. Una reportera de televisión vive obsesionada por obtener exclusivas y hace lo indecible por conseguirlas. Claro que el mal no entiende de buen y mal periodismo. Mendoza no escatima humor negro, incluso sorna, para aderezar esta desigual pero valiosa verbena de nervio, adrenalina y descomunal energía fílmica. No sorprende demasiado pero vale la pena zambullirse en ella.
Y por si habían pocos, otro habitual más. Ben Wheatley, responsable de la celebradísima Turistas, que nos ha enseñado A Field in England. Juguetona y descreída como su antecesora, cuenta el encuentro de unos soldados con un extraño ser, que por cierto haría fortuna como heredero de Sandro Rey, que les introduce en el mundo de los hongos alucinógenos. Por si anduviéramos faltados de absurdo, he aquí una nueva perla para la colección.
¿Qué os contaré mañana? Pues todo sobre Hooked Up, una de las bombas de este año. Rodada íntegramente con un iPhone y cuyo tráiler es de lo más cachondo. También veré la prometedora Open Grave y The Congress, de Ari Folman, cuya Vals con Bashir ronqué con avaricia pero de quien se espera algo grande. No en vano es una adaptación de la novela del gigante Stanislaw Lem, el autor de Solaris, vaya.

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