Desde los años 30 hasta 1942, las grandes productoras de Hollywood tuvieron relaciones muy cordiales con Hitler y sus secuaces. El libro 'The Collaboration', recién publicado en EE UU, repasa una página negra de la historia del cine. Por YAGO GARCÍA
Algunas de las historias narradas por Ben Urwand, autor del volumen y doctor en Historia por Harvard, son ya sabidas, pero siguen resultando escalofriantes. Entre estas se halla el caso de Sin novedad en el frente (Lewis Milestone, 1930), una obra maestra del cine bélico que indignó al futuro ministro de Propaganda del Reich, Joseph Goebbels. Los militantes nazis boicotearon el estreno del filme en Alemania, y presionaron al gobierno del presidente von Hindenburg para que lo retirase de las carteleras del país, a las que habría de volver al año siguiente en una versión censurada. Todo se vuelve más siniestro aún al saber que el productor de la película, Carl Laemmle, era un judío nacido en Alemania, y muy consciente por ello de la ola de antisemitismo que se avecinaba.
En los años posteriores, Carl Laemmle ayudaría a muchos correligionarios a abandonar Europa, librándoles así de perecer en el Holocausto. Pero según recuerda The Collaboration, Sin novedad en el frente fue sólo el preludio de lo que estaba por llegar. A partir de 1933, año en el que Hitler ascendió a la cancillería, los nazis tuvieron un representante oficial en Hollywood: se trató de Georg Gyssling, cónsul alemán en Los Ángeles y portavoz de las exigencias del Reich hacia los grandes estudios. Las presiones de Gyssling tenían un poderoso argumento: según un artículo de la ley alemana del cine, cualquier estudio que estrenase un filme 'antialemán' vería todas sus producciones prohibidas en territorio teutón.
De entre las películas que fueron víctimas de estos acuerdos, Ben Urwand destaca The Mad Dog of Europe, un filme antinazi planeado por Hermann Mankiewicz (el futuro guionista de Ciudadano Kane), el agente artístico Al Rosen y el productor Sam Jaffe, de la RKO. Como dicha productora, lo que ahora llamaríamos una indie, no exportaba sus películas a Alemania, Georg Gyssling recurrió a instancias superiores para mandar la película al traste: el cónsul se puso en contacto con Will Hays, el jefe de los censores de Hollywood, quien hizo lo posible para que The Mad Dog of Europe no llegase a los platós. El golpe de gracia, según el libro, corrió a cargo del mítico productor Louis B. Mayer, quien afirmó lo siguiente: "Tenemos muchos intereses en Alemania, ese país nos da muchísimo dinero y, mientras yo pueda impedirlo, esa película no va a rodarse". Aquí nos encontramos de nuevo con una paradoja muy lóbrega: Mayer, apodado 'El rey de Hollywood', se llamaba en realidad Lazar Meir, y también era judío.
Durante los años siguientes, los estudios seguirían llevándose a las mil maravillas con el nazismo, nombrando a miembros del Partido como gerentes de sus filiales en Alemania e incluso interesándose por las opiniones de ese gran cinéfilo que era Hitler. Cuando el régimen comenzó a hacerse impopular en EE UU, hubo tímidos intentos de llevar a cabo un boicot, pero ninguno de ellos llegó a buen puerto. Las películas susceptibles de ofender a los nazis se censuraban, o eran abortadas de la misma manera que The Mad Dog of Europe, mientras que Gyssling seguía conferenciando con los jefes de las productoras, fuesen estos judíos o gentiles. Ni siquiera la invasión de Polonia (1939), que marcaría el comienzo de la guerra, daría del todo al traste con esta complicidad.
Sólo en 1940, cuando el conflicto en Europa hizo imposible distribuir los filmes de Hollywood en Francia e Inglaterra (dos mercados muy valiosos), las majors comenzaron a lanzar filmes que atacaban al nazismo. Y, tras el bombardeo de Pearl Harbor dos años más tarde, vieron la luz filmes hoy clásicos sobre la guerra como Casablanca y Los verdugos también mueren. Pero la historia queda, y The Collaboration demuestra que (a semejanza de otras grandes corporaciones de EE UU), los estudios de Hollywood no le hicieron ascos a la amistad con un gobierno totalitario con tal de mantener constantes sus ingresos. Nos encantaría decir que la historia no tiene visos de repetirse, pero es posible que un proceso similar ya se esté llevando a cabo.
Puedes leer extractos de The Collaboration (en inglés) en The Hollywood Reporter.
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