El cine se contagia de la tendencia del arte y fenómenos literarios como '50 sombras de Grey' por mostrarlo todo, todo, todo. Por IVÁN REGUERA
Bien es cierto que el sexo en films artísticos (no meramente pornográficos) no es nuevo en la historia del cine. Luis Buñuel planeó, con Marcel Duchamp y Fernand Léger, una película porno rodada en una azotea de Nueva York, pero el riego era demasiado alto: diez años de cárcel. Stanley Kubrick, obsesionado por engrandecer los géneros cinematográficos, se planteó hacer Blue Movie, la primera película “pornográfica artística”. Nunca se atrevió. Ejemplos de directores y actores que sí han jugado con el porno en películas no pornográficas hay unos cuantos: Dulce película (1974), El imperio de los sentidos (1976), Los frutos de la pasión (1981), El diablo en el cuerpo (1986), Los idiotas (1998), Romance X (1999), Fóllame (2000), Intimidad (2001) o las ya recordadas en CINEMANÍA Ken Park (2002), The Brown Bunny (2003), 9 canciones (2004), Shortbus (2006), Destricted (2006), All about Anna (2005) y Anticristo (2009).
Los próximos que se apuntan a lo explícito y a una buena ración de publicidad gratuita son Travis Mathews, un realizador de cine porno gay, y James Franco, que intentará emular a Al Pacino en un remake de A la caza (William Friedkin, 1980). Además, Shia LaBeouf, protagonista de Transformers, va a rodar porno a las órdenes de un reincidente: Lars von Trier. La Ninfómana, que también cuenta en su reparto con Charlotte Gainsbourg y Christian Slater, narra la actividad sexual de una mujer desde su juventud hasta la cincuentena.
El peligro de los amigos de lo explícito (que en definitiva piden a sus actores que follen sin interpretar, que es su trabajo) es que se supone que la jodienda aporta realismo al film, pero en realidad nos saca de la película porque no vemos a dos PERSONAJES follando, vemos a dos ACTORES follando. En definitiva: el sexo explícito hace que una ficción cinematográfica se convierta en una película casera de dos actores practicando algo demasiado íntimo.
Hay una conocida anécdota del rodaje de Marathon Man. En una de las secuencias, Lawrence Olivier tortura a un sudoroso y destrozado Dustin Hoffman. Para preparar su personaje Hoffman corrió por algunas manzanas de Nueva York para llegar totalmente roto al rodaje. Cuando Olivier lo vio tan machacado, se acercó a él y le dijo: “Joven, ¿no podría limitarse a actuar?”. Pues eso.
Via:Cinemania
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