La tercera jornada aquí en Cannes tuvo dos títulos protagonistas. El primero, ‘Reality’, el nuevo e interesante trabajo de Matteo Garrone; el segundo, ‘Madagascar 3: De marcha por Europa’ (‘Madagascar 3: Europe’s Most Wanted’), otra entrega de la exitosa franquicia animada de DreamWorks. ¿Qué narices pinta esto último en el festival de Cannes? Bien, lo que os vengo contando, trae a gente famosa a la Croisette, y eso llama la atención de los medios. Así que vinieron Ben Stiller, Jessica Chastain, Chris Rock, David Schwimmer y varios más, la gente se volvió loca, publicidad, todos contentos. Chastain ha estado hoy en la rueda de prensa de ‘Lawless’, pero ya os hablaré de esa película. No fui a ver la tercera parte de ‘Madagascar’ (ni siquiera he visto entera la primera) pero sí vi otro de los títulos de la sección oficial, ‘Dupã dealuri’, lo nuevo de Cristian Mungiu. Otra vez me pasó lo mismo que los días anteriores, aplaudí el primer film y me aburrió el segundo. Tengo la sensación de que esta 65ª edición es peor que la anterior, de momento.
‘Reality’
-¿Por qué quieres participar en Gran Hermano?
-Para ser rica y famosa.
-Al menos eres sincera…
Sin duda una de las películas más atractivas de las veintidós que compiten en la sección oficial era ‘Reality’, la vuelta de Garrone a Cannes cuatro años después de la famosa ‘Gomorra’, que se llevó el gran premio del jurado en este festival. El realizador italiano ha revelado que quería hacer algo diferente con su séptimo largometraje y se puso a trabajar en una comedia basada en un hecho real. El protagonista es un hombre corriente que empieza a perder la razón cuando intenta participar en una nueva edición del programa televisivo Gran Hermano (Grande Fratello para él). Luciano, encarnado por un carismático y entregado Aniello Arena, es un napolitano que vive apenas de las ganancias de una pequeña pescadería y de pequeños chanchullos en los que implica a sus amigos y vecinos; cae bien a todo el mundo y le gusta actuar y hacer reír. Un día, para contentar a sus hijas, decide presentarse a una audición del popular reality show, y para su sorpresa le llaman para hacer una segunda prueba. Convencido de que va a concursar, lo que le convertirá en toda una celebridad, empieza a prepararse para entrar en “La casa”. Desde ese momento comienza a perder contacto con todo lo que le rodea para adentrarse en su propia realidad, una en la que solo existe Gran Hermano.
‘Reality’ arranca con una espectacular toma aérea donde la cámara, tras ofrecer una panorámica de Nápoles, desciende hasta centrarse en un elemento completamente anacrónico, una lujosa carroza tirada por caballos. La música de Alexandre Desplat (tercera vez que oímos su trabajo en la sección oficial, también participó en ‘Moonrise Kingdom’ y ‘De rouille et d’os’) dota a la escena de un tono mágico, de cuento de hadas. Pronto descubrimos que el carruaje es parte de una excéntrica celebración de boda que continúa con el habitual banquete, donde entra como una estrella del rock un tal Enzo, presentado como un ganador de Gran Hermano. Es un ídolo para esa gente, dice un par de frases ensayadas y se marcha entre aplausos, mientras todos corean su nombre. Luciano, disfrazado para hacer reír a los invitados, observa hipnotizado cómo Enzo sube a un helicóptero y abandona el recinto. Garrone nos ha presentado al personaje principal y su mayor sueño, ser cómo ese tipo famoso, adorado, divertido, ese alguien especial que acepta bajar al suelo y moverse entre los demás mortales por un rato, para deleite de sus fans. Lo que nunca hace Garrone, y por eso funciona el film, es esconder el lado absurdo, superficial y miserable de las celebridades, de estas figuras divinas del pueblo, y de todo lo que las rodea.
Cuando Luciano comienza a obsesionarse con el programa, distorsionando la realidad (piensa que hay espías de la televisión juzgando si es apropiado o no para concursar), queda claro desde el primer momento que está cometiendo un terrible error, que su búsqueda carece de sentido y corre el riesgo de perderlo todo. Garrone no juzga al personaje, pero introduce una serie de escenas donde representa lo que ocurre dentro de “la casa” (que llega a simbolizar el paraíso para el protagonista, de hecho hay una conversación muy divertida con dos mujeres que creen que están hablando de la fe y la muerte) y en la pantalla solo vemos a modelos de ropa interior bailando, haciendo tonterías, metiéndose mano y hablando de sí mismos (como si tuvieran algo que decir…); atractivos muñecos programados para entretener a la audiencia. Es un circo lamentable. Pero se vende como el premio gordo de la lotería, como una gran oportunidad que te puede solucionar la vida para siempre; con la diferencia de que aquí también entra en juego la vanidad y el individualismo, el considerarse lo suficientemente valioso como para tener a los medios a tus pies y una legión de seguidores que morirían por hacerse una foto contigo. Aquí en Cannes puede verse esto a diario, cientos de personas dándose golpes por el autógrafo de alguien que lleva la etiqueta de famoso.
Garrone muestra pero no condena, ni se ceba, su intención es que entendamos lo que siente Luciano, quien cree estar viviendo una aventura fantástica. El mayor problema de esta fábula, en la que inevitablemente uno encuentra rastros de Fellini, es que el guion se queda corto para todo lo que apunta. Visualmente, ‘Reality’ es impecable (Marco Onorato se ocupa de la fotografía), el reparto (compuesto por nombres desconocidos para el gran público, Loredana Simoli, Nando Paone...) actúa con convicción y la primera hora es realmente potente, pero Garrone (ayudado por Maurizio Braucci y Ugo Chiti en la escritura del libreto) no llega a profundizar o ir tan lejos como sería deseable y la película se hace repetitiva, se estanca. Acaba todo con una ligera sensación amarga, de que falta algo, pero quizá esto dependa de cada uno. En cualquier caso el film merece mucho la pena, es ácido y divertido, aunque no sea la maravilla que algunos querían ver (eso pasa por sobrevalorar ‘Gomorra’). Sería raro que el jurado, presidido por Moretti, otorgara la Palma de Oro a Garrone, pero no es descartable que caiga un premio de menor relevancia.
‘Dupã dealuri’
Si puedo evitarlo, trato de no leer nada sobre el argumento de las películas que voy a ver, no solo porque se pueden colar “spoilers” sino porque me gusta que me sorprendan; claro que es inevitable hacerte una idea de qué puedes esperar si has visto algo del director, si conoces más o menos su estilo. No he visto su ópera primera (‘Occident’) pero sí la aclamada ’4 meses, 3 semanas y 2 días’, ganadora de la Palma de Oro en 2007 (también me parece un título algo sobrevalorado). Así que tenía claro que ‘Dupã dealuri’, también conocida como ‘Beyond the Hills’ (“más allá de las colinas”), no iba a ser una película fácil de digerir. Y es que además dura dos horas y media. Lo que no me esperaba era bostezar tanto. Se hace eterna. Confiesa Mungiu que, cuando se interesó por la historia, no tenía claro si el material tenía potencial cinematográfico, y que fue dando pasos poco a poco, hasta que terminó la película, y todavía en ese momento seguía dudando de si había tomado la decisión correcta. De hecho, comenta que quiso rodar cuanto antes porque temía que si se lo pensaba dos veces acabaría arrepintiéndose y abandonando el proyecto. No voy a decir que se equivocó por completo, porque hay en ‘Beyond the Hills’ indudables virtudes, hay talento detrás, pero desde luego el cineasta debió contar con un guion más elaborado antes de arrancar, y cortar mucho más de los 30-40 minutos que dice haber suprimido del montaje final.
La película parte de un suceso real ocurrido en Rumanía hace siete años, narrado en dos novelas de Tatiana Niculescu Bran que Mungiu toma como base. La historia gira en torno a dos chicas que crecieron juntas en un orfanato; la solitaria y desamparada Alina (a lo largo del film vemos cómo nadie quiere hacerse cargo de ella) va en busca de su amada Voichita, la única persona que le importa en el mundo, pero ésta ha cambiado desde la última vez que se vieron, ha encontrado a Dios. Voichita es ahora una monja de una pequeña comunidad religiosa ortodoxa y no piensa irse de allí. Alina no lo entiende. Primero intenta convencer a su amiga de que está siguiendo un culto absurdo, luego trata de implicarse y unirse al grupo, pero no sirve de nada y empieza a desesperarse, poniendo en apuros a la nueva familia de Voichita… Y prácticamente eso es todo lo que ocurre hasta los últimos minutos (donde pasa lo que uno está esperando desde hace una hora). Mungiu dice haber buscado con ‘Beyond the Hills’ un estilo más literario que cinematográfico, en el sentido de que los detalles o los sucesos irrelevantes tienen suma importancia para trasladar al espectador a un mundo ficticio y hacer creíbles a los personajes. Esto lo consigue. La película parece un documental con individuos auténticos. La comunidad se construyó para el film pero da la sensación de que lleva ahí en la montaña desde hace décadas y que esas monjas creen firmemente todo lo que dicen. Cosmina Stratan y Cristina Flutur debutan en cine bordando sus papeles. Así que ahí está el interés, observar y comprender. Presenciar los hechos como un testigo invisible; la cámara suele quedarse quieta, siendo los actores los que se mueven, saliendo y entrando en el encuadre durante largas tomas. No veo la necesidad de un metraje tan extenso, lo único que hace es cansar al espectador. Cuidado los que vayáis al festival de Sitges este año, tiene pinta de que la pueden programar con la excusa de escenas en las que caben dobles interpretaciones.
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