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lunes, 23 de mayo de 2011

Festival de Cannes 2011: Terrence Malick gana la Palma de Oro por 'The Tree of Life'

Se cumplieron los pronósticos, ‘The Tree of Life’, la quinta película de Terrence Malick, se ha llevado la Palma de Oro del Festival de Cannes 2011. No, el de la foto no es el esquivo director (que ya fue elegido mejor director en 1978 por ‘Días del cielo’) sino Bill Pohlad, uno de los dos productores a los que Jane Fonda (¿?) ha entregado el preciado galardón. Ha sido el momento culminante de la ceremonia de clausura de la 64ª edición del certamen más importante y mediático del mundo, en cuyo palmarés no ha entrado finalmente Pedro Almodóvar, que presentó en La Croisette su último trabajo, ‘La piel que habito’.

Ya os comenté que me gustó la película española, pero la de Malick es netamente superior, una obra impresionante, por lo que el premio me parece totalmente justo. Tampoco me habría parecido mal que se lo hubieran dado a ‘Le Havre’ (Aki Kaurismäki), ‘The Artist’ (Michel Hazanavicius) o ‘Melancholia’ (Lars Von Trier), otras de las favoritas; la primera ha sido una de las grandes olvidadas por el jurado presidido por Robert de Niro, pero las otras dos han proporcionado galardones a sus protagonistas principales, el francés Jean Dujardin y la norteamericana Kirsten Dunst, en un papel escrito para Penélope Cruz. Se habló de Sean Penn por ‘This Must Be The Place’ y Tilda Swinton por ‘We Need to Talk About Kevin’ como favoritos, pero es indudable que los dos ganadores están sensacionales, así que nada que objetar.

Curiosamente, el premio al mejor director ha sido para un danés, pero no para el más prestigioso de los que competían en Cannes este año, más que nada porque fue declarado persona non grata por decir que entendía a Hitler. Nicolas Winding Refn (que calificó de repugnantes las polémicas declaraciones de Von Trier) ha sido galardonado por la puesta en escena del thriller ‘Drive’, de lo mejor que se pudo ver en el festival. Así que otro premio merecido. Puede catalogarse de inesperados tanto el premio del jurado para ‘Poliss’ (Maïwenn) como el de mejor guion para ‘Footnote’ (Joseph Cedar), que no entraban en las quinielas. De manera previsible, los hermanos Dardenne vuelven a llevarse un premio en Cannes, ‘Le Gamin Au Vélo’ (‘El niño de la bicicleta’) comparte el gran premio del jurado con ‘Once Upon a Time in Anatolia’ (Nuri Bilge Cylan). Y echo de menos ‘Michael’, que pese a sus lagunas nos impactó a todos con su cruda historia sobre pedofilia.

A continuación os dejo el palmarés completo de Cannes 2011 y unas fotos de los ganadores. Os recuerdo que aún me quedan algunas películas por comentar, así que por mi parte todavía no abandonaré del todo el festival.

  • Palma de Oro: ‘The Tree of Life’ de Terrence Malick
  • Gran Premio del Jurado: Ex-aequo, ‘Once Upon a Time in Anatolia’ de Nuri Bilge Cylan y ‘El niño de la bicicleta’ de Jean-Pierre y Luc Dardenne
  • Premio del Jurado: ‘Polisse’ (Poliss’) de Maïwenn
  • Mejor dirección: Nicolas Winding Refn por ‘Drive’
  • Mejor actor: Jean Dujardin por ‘The Artist’
  • Mejor actriz: Kirsten Dunst por ‘Melancholia’
  • Mejor guión: Joseph Cedar por ‘Footnote’
  • Cámara de Oro: ‘Las acacias’ de Pablo Giorgelli
  • Palma de Oro al mejor cortometraje: ‘Cross’ de Maryna Vroda
  • Mejor película de la sección “Una cierta mirada” (“Un certain regard”): Ex-aequo, ‘Arirang’ de Kim Ki-Duk y ‘Halt Auf Freier Strecke’ de Andreas Dresen
  • Premio especial del jurado – sección “Una cierta mirada”: ‘Elena’ de Andrey Zvyagintsev
  • Premio a la mejor dirección – sección “Una cierta mirada”: ‘Bé Omid é Didar’ de Mohammad Rasoulof
Vía:blog de cine
Texto:Juan Luis caviaro

Festival de Cannes 2011: 'This Must Be The Place' (Paolo Sorrentino) y 'Once Upon a Time in Anatolia' (Nuri Bilge Ceylan)

El Festival de Cannes 2011 ha llegado a su fin. En breve se dará a conocer el palmarés de la sección oficial (los premios de “Un certain rergard” se hicieron públicos anoche) y sabremos por fin qué título se lleva la Palma de Oro, el premio más importante del planeta (excepto en Estados Unidos, donde tiene más valor el MTV al mejor beso, una estrella en el paseo de la fama, un Globo de Oro o incluso el Oscar). Las dos últimas películas de competición que se presentaron fueron ‘Once Upon a Time in Anatolia’, que comento en este artículo, y ‘La Source des Femmes’, que desgraciadamente no pude ver. Lo cierto es que tuve que abandonar Cannes a causa de unas declaraciones que se malinterpretaron y se sacaron de contexto, pues jamás quise decir que en el certamen importaban más las estrellas de Hollywood que el buen cine, o que muchos críticos se duermen durante las proyecciones o se marchan antes de tiempo pero aun así hablan de todas las películas. Es broma. Bueno, en parte. Vale, soy nazi...

‘This Must Be The Place’, endeble aventura emocional

“Hay muchas formas de morir. Y la peor es seguir viviendo.”

Tres años después de lograr el premio del jurado por ‘Il divo’, el italiano Paolo Sorrentino regresó a la Croisette para presentar un nuevo trabajo, el primero que rueda en inglés y su cuarto intento por lograr la Palma de Oro. Sin duda la imagen de la película es ese Sean Penn disfrazado del líder de The Cure, Robert Smith, en quien está basado el protagonista de ‘This Must Be The Place’. Cuenta Sorrentino que la idea se originó cuando vio un concierto del grupo y le sorprendió que Smith a sus cincuenta años siguiese saliendo al escenario con el mismo aspecto que cuando tenía veinte. Así llegó a crear a Cheyenne, una ex estrella de rock que cada mañana se maquilla y se viste como si fuese a dar un concierto, si bien hace tiempo que abandonó el mundo de la música, permitiéndose vivir de los derechos de autor en su tranquila mansión. Cheyenne deambula por Dublin como un muerto viviente, apático, aburrido, deprimido, huyendo de los pocos que aún recuerdan su nombre, cómodo con la compañía de su esposa (Frances McDormand), que es todo alegría y vitalidad, y una joven gótica con problemas familiares que es su mayor fan (Eve Hewson).

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Cheyenne (divertidísima y sólida composición de Penn) tiene sus razones para encerrarse de esa manera, para ser un niño cincuentón disfrazado, triste y solitario, pero el guion de Sorrentino y Umberto Contarello se toma su tiempo en compartirlas con el espectador, a veces tanto que cuando las ofrece ya resultan obvias o perdieron el interés. Es una decisión arriesgada que funciona al principio, cuando todavía estás intentando descubrir de qué va todo, quién es ese tipo y qué le hizo así, pero en general me parece que no se ha sabido administrar adecuadamente la información, además de que se cae en el gran error de recurrir a los diálogos explicativos, en lugar de potenciar las soluciones visuales, o directamente no recurrir a aclaraciones que justifiquen el comportamiento de Cheyenne, dejando pistas para que sea el público quien desentrañe el misterio. La excusa para sacar al protagonista de su mundo y lanzarlo al de los demás es la muerte de su padre, con el que por supuesto se llevaba mal. Cheyenne descubre que su padre estaba obsesionado con la persecución de un oficial nazi que al parecer lo había avergonzado cuando era joven, y decide continuar la misión, pese a que lo más probable es que su objetivo ya haya fallecido por causas naturales.

Este viaje a través de Estados Unidos (inspirado en cierta manera por ‘Una historia verdadera’ de David Lynch) permite a Sorrentino aumentar el número de personajes y situaciones peculiares (un indio que se sienta en el coche de Cheyenne sin decir una palabra), mientras conduce a su lánguido héroe al cumplimiento de una venganza que le acerque a su padre, haciéndole comprender por el camino los errores que cometió y que aún puede corregir. El desenlace es previsible para cualquiera. ‘This Must Be The Place’ (como la popular canción de Talking Heads, además David Byrne está implicado en la música y aparece brevemente haciendo de sí mismo) se centra demasiado en la observación y el subrayado de lo extraño, lo excéntrico, así como en ofrecer una serie de postales sobre lugares típicos del cine norteamericano, quizá para formar la idea que Cheyenne (convertido en un turista) tiene de aquel país, tras salir de su burbuja. Son casi dos horas de relato amable, condescendiente, forzadamente raro, contagiado de la indolencia y el vacío de su protagonista.

‘Once Upon a Time in Anatolia’, el paraíso abandonado

“Todo pasa por una razón, fin de la historia. Lo que ha ocurrido debe tener un significado…”

Dejar para el final del festival lo nuevo del turco Nuri Bilge Ceylan (gran premio del jurado por ‘Lejano’ y mejor dirección por ‘Tres monos’), con una duración de 157 minutos, parecía una broma sin gracia por parte de los organizadores, una última prueba de resistencia para los más valientes. Pero el cansancio y la desgana dejan paso al asombro y el vivo interés, y uno se sumerge con facilidad en la bella, auténtica y enigmática ‘Once Upon a Time in Anatolia’, una de las películas más inspiradas de Cannes 2011, pudiendo proporcionar a su realizador su primera Palma de Oro (curiosamente, también es la cuarta ocasión en la que Ceylan compite por este galardón). Coescrita por Ceylan junto a su esposa Ebru Ceylan y Ercan Kesal, la película sigue a un grupo de personajes que buscan un cadáver enterrado; la vida de una pequeña localidad turca se ha visto sacudida por un terrible y misterioso crimen, que la policía intenta resolver. Lejos de lo que pueda parecer, no se trata de ningún thriller, y la trama no gira en torno a una investigación convencional sobre un asesinato. A lo largo de una hora, todo se centra en los intentos por hallar el lugar exacto donde uno de los acusados dice haber ocultado algo (pronto se hace evidente que se trata de un cadáver, si bien nadie lo dice), siendo la cámara un testigo silencioso, casi inmóvil, de rutinas, gestos y detalles corrientes, aparentemente irrelevantes, todo lo contrario a lo que suelen ser los casos del cine norteamericano, repletos de acción, intriga y giros sorprendentes.

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En la película de Ceylan lo que importa es conocer poco a poco a todos los personajes, a través de lo que hacen, lo que dicen y lo que callan, y de esa manera tener una visión única y profunda del relato, llegando a entender lo que ha ocurrido de una manera que ninguno de los protagonistas llegará a apreciar jamás, pues cada tiene su propio punto de vista, sus opiniones, sus intereses, sus secretos, sus deseos, sus creencias. Es un retrato de personajes extraordinario. Con el (lento, natural) transcurrir de los acontecimientos, a veces tan nimios como un coche deteniéndose para que uno de los protagonistas pueda orinar (lo que desemboca en una charla sobre el posible motivo de tantas paradas) o el supuesto parecido de uno de ellos con Clark Gable (tronchante escena), llegamos a descubrir que Ceylan nos habla de las engañosas apariencias (nadie parece entender el crimen pero no importa mientras se resuelva de acuerdo al reglamento) y dos formas opuestas de entender la vida; la del escéptico que siempre busca una explicación racional a todo lo que sucede, y el que cree que hay algo más en este mundo, que estamos rodeados por hechos inexplicables, mágicos, extraordinarios. El segundo duerme más tranquilo.

Mientras el acusado intenta aclarar sus recuerdos, o despistar a la policía, y los demás se desesperan por la tardanza y la incertidumbre, se nos muestra un paisaje (fotografiado de manera hermosa por Gökhan Tiryaki pese a que casi siempre se trata de largas carreteras y colinas desiertas) que al caer la noche parece convertirse en un lugar de fantasía, romántico, salvaje, maravilloso, con luces extrañas y seres sobrenaturales; da la sensación de que los hombres abandonan su mundo en la búsqueda del cadáver, y que vuelven a la normalidad durante el día, donde se revela la verdad, triste, lógica y anodina. Cuesta seguir con atención todos los detalles de los comportamientos y las conversaciones, siendo fácil el abandono (no pasa nada, me aburro), y definitivamente se podría recortar bastante metraje, pero la experiencia está construida con mucho ingenio y resulta de lo más estimulante, obligándole a uno a esforzarse por desentrañar lo que está viendo, más allá de lo superficial.

Las mejores películas de Cannes 2011 y mi apuesta para la Palma de Oro

Aunque aún me faltan algunos títulos por comentar (el remake de ‘Hara-Kiri’ o ‘Martha Marcy May Marlene’), quiero dejar mi lista de títulos favoritos antes de que se haga público el título de la ganadora de la Palma de Oro. De las 18 películas de la sección oficial que pude ver (me perdí dos, ‘Pater’ y ‘La source des femmes’), las que más me gustaron fueron ‘The Tree of Life’ (Terrence Malick), ‘The Artist’ (Michael Hazanavicius), ‘Melancholia’ (Lars von Trier), ‘Drive’ (Nicolas Winding Refn), ‘Le Havre’ (Aki Kaurismäki), ‘La piel que habito’ (Pedro Almodóvar) Y ‘Once Upon a Time in Anatolia’ (Nuri Bilge Ceylan). No necesariamente por este orden, aunque si tuviera que reducir la lista, me quedaría con las cinco primeras. También me entusiasmó ‘Midnight in Paris’ (Woody Allen), presentada fuera de concurso para inaugurar e ir animando el certamen. No me apetece recordar las peores películas que he visto en Cannes, pero quiero destacar que me dejó una sensación de total pérdida de tiempo el visionado de ‘Piratas del Caribe: En mareas misteriosas’ (Rob Marshall), también fuera de concurso. Posiblemente, fue lo más vacío y mediocre que vi en el festival.

Y termino este artículo con mi apuesta para la Palma de Oro. “Puede ganar cualquiera”, era la frase más repetida en los pasillos del Palais des Festivals, cada vez que alguien intentaba buscar un favorito para el palmarés de esta 64ª edición. Aun así, se habla mucho de ‘The Tree of Life’, ‘The Artist’, ‘Le Havre’, ‘La piel que habito’ y ‘El niño de la bicicleta’ (de los hermanos Dardenne). Si de verdad la cosa está entre estas cinco, la que veo con más opciones es la primera. Pero si al jurado (cuyo presidente es, recordemos, Robert de Niro) le da por buscar la sorpresa y destacar un título del que se ha hablado menos, apostaría por ‘Michael’ de Markus Schleinzer, un trabajo muy serio y crudo. Pronto saldremos de dudas.

Vía:blog de cine
Texto:Juan Luis Caviaro

domingo, 22 de mayo de 2011

Festival de Cannes 2011: 'Drive' (Nicolas Winding Refn), palmarés de Un Certain Regard y más de Von Trier


‘Drive’, la conciencia del escorpión

Si me preguntáis cuál es la mejor película de la sección oficial del Festival de Cannes 2011, o cuál creo que tiene más opciones de ganar la Palma de Oro, me lo tendría que pensar mucho, y no sé si podría responder con un solo título. Ahora bien, si la cuestión es decir qué película he disfrutado más, lo tengo muy claro: ‘Drive’. El nuevo trabajo del danés Nicolas Winding Refn (‘Pusher’, ‘Bronson’, ‘Valhalla Rising’) cuenta con Ryan Gosling como un conductor solitario, anónimo y parco en palabras que, como los violentos héroes del western y los thrillers de los 60 y 70, siempre está de paso, intentando no implicarse en la vida de los demás, hasta que ocurre algo y se ve obligado a actuar, desatando un baño de sangre. Tanto el director como el actor se pasaron por la Croisette para presentar la película, una fascinante y romántica salvajada.

Basada en la novela homónima de James Sallis, escrita para la gran pantalla por Hossein Amini, ‘Drive’ arranca en la habitación de un hotel de Los Angeles, con el protagonista hablando por teléfono (dando instrucciones específicas sobre su parte del trabajo) mientras se juega un partido de baloncesto entre Lakers y Clippers (los dos equipos de la ciudad). Con la banda sonora jugando un papel fundamental a la hora de crear la atmósfera y el estado de ánimo idóneo para cada escena (la tensión del partido se traslada al desarrollo de la secuencia inicial), la cuidada fotografía y la imaginativa puesta en escena de Refn (siempre abordando de manera diferente los fogonazos de acción, buscando la sorpresa y la emoción del momento, cuando lo habitual, tristemente, es la repetición y la excesiva exposición de imágenes espectaculares), uno se sumerge enseguida en este tenso cuento urbano de violencia y amor. Es sensacional la manera en la que se ha tratado el contraste que caracteriza la peripecia del conductor, un hombre que puede ser tan frío y brutal como tierno y bondadoso. Lo que puede sonar contradictorio e inverosímil se hace simplemente auténtico gracias a labor creativa del guionista y el realizador, y la convincente labor del carismático Gosling (en un papel que inicialmente era para Hugh Jackman), un héroe venenoso.

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“¿Conoces la fábula del escorpión y la rana?”

Driver (Ryan Gosling)

El protagonista es un excepcional conductor que aprovecha su talento para ganarse la vida de dos maneras; por el día, cuando no trabaja en un taller, es un especialista de escenas de riesgo en películas de Hollywood; por la noche ofrece su volante para participar en actos delictivos, asegurando una infalible huida a quien le contrate. Su vida en L.A. parece cómoda, pero todo cambia cuando conoce a Irene (Carey Mulligan) en el ascensor del bloque de apartamentos donde residen (ojo a lo diferente que son las dos escenas en el ascensor). El conductor empieza a pasar tiempo con ella y su hijo, creándose un vínculo entre los tres (lo rápido que conecta con el pequeño hace intuir su problemática infancia); pero entonces el marido de la joven, Standard (Oscar Isaac), sale de la cárcel. Es interesante que, cuando a partir de aquí lo usual sería que se explotara la tensión entre los dos hombres (en el primer encuentro entre ambos saltan chispas), lo que ocurre es que el protagonista acepta su lugar y se convierte en una especie de protector de la familia. Cuando Standard le confiesa que tiene que formar parte de un peligroso robo para saldar sus deudas, el conductor decide ayudarle. Y da comienzo la espiral de violencia…

Cuenta Nicolas Winding Refn que tras reunirse con Ryan Gosling para discutir el proyecto (el actor le recomendó para el trabajo), éste lo llevó en coche de vuelta a su hotel; durante el trayecto se produjo un incómodo silencio, así que Gosling subió el volumen de la radio, y empezó a sonar una acaramelada canción pop, algo que iluminó al cineasta; el protagonista de ‘Drive’ sería un tipo solitario que por las noches escucha temas románticos como alivio emocional, mientras recorre la fría jungla de asfalto. Cabe destacar que pese al título, no se trata de una película centrada en persecuciones, aunque hay estupendas secuencias con coches, en las que prima más la tensión, la sorpresa y la emoción que la ruidosa espectacularidad. Es una clara apuesta por un cine de acción de la vieja escuela, directo y contundente, con la inspirada subtrama romántica para provocar el cambio en el protagonista, pero esto no significa que se descuiden los personajes. En realidad es uno de los puntos fuertes, un abanico de personajes arquetípicos construidos con inteligencia y humor, que cobran vida en manos de un elenco acertadísimo; a los ya citados hay que sumar Ron Perlman, Bryan Cranston, Christina Hendricks y Albert Brooks, en un papel sorprendente. ‘Drive’ es un festín audiovisual destinado a convertirse en título de culto.

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Palmarés de la sección “Un Certain Regard” y nuevo capítulo de la polémica sobre Von Trier

Un día antes de que sepamos quién se lleva la preciada Palma de Oro de esta 64ª edición, ya se ha hecho público el palmarés de la (menos relevante) sección Un Certain Regard, cuyo jurado estaba presidido por el serbio Emir Kusturica. El premio a la mejor película ha sido ex aequo para ‘Arirang’ de Kim Ki-duk (habrá sorprendido a todos aquellos que se aburrieron o se marcharon antes de tiempo, pero ya dije que el film tenía cosas interesantes) y ‘Halt Auf Freier Strecke’ de Andreas Dresen; el premio especial del jurado ha sido para ‘Elena’ de Andrey Zvyagintsev y el de mejor dirección se lo ha llevado Mohammad Rasoulof por ‘Bé Omid é Didar’.

Por otro lado, hay un nuevo capítulo en la lamentable polémica protagonizada por Lars von Trier, que como sabéis fue declarado “persona non grata” por los organizadores del festival de Cannes tras las declaraciones que hizo la presentación ‘Melancholia’ (al director se le ha prohibido estar a menos de cien metros del Palais des Festivals, pero su película se mantiene en competición… aunque ya con mínimas opciones). El visceral cineasta se ha referido a lo ocurrido en una reciente entrevista, asegurando que nunca más volverá a asistir a una rueda de prensa. Dice que se emocionó e hizo el estúpido, pero que este tipo de decisiones políticamente correctas son peligrosas. También se ha referido a su compatriota Nicolas Winding Refn, que calificó de repugnantes las declaraciones de Von Trier. Respondió que conoce a Refn desde que era pequeño (el padre del director de ‘Drive’, Anders Refn, ha montado películas de Von Trier) y que… le jodan. Palabras textuales: “I´ve known him since he was a kid! Fuck him”. En fin, un enemigo más a estas alturas le debe dar igual. Lo que está claro es que, como dije en su momento, se ha sobredimensionado lo que dijo ante la prensa, que aprovechó para montar un escándalo que ha costado caro al director danés. Bueno, más bien al festival de Cannes. Porque ha perdido a una de sus grandes figuras.

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Texto:Juan Luis Caviaro
Vias:Blog de cine

sábado, 21 de mayo de 2011

Festival de Cannes 2011: 'La piel que habito', enfermiza obsesión


¿Podemos dejarlo para mañana? Es que el tigre me ha dejado hecha polvo.

Vera (Elena Anaya)

Aquí adoran a Pedro Almodóvar. A las ocho y media de la mañana (de ayer) teníamos el pase de su nuevo trabajo, ‘La piel que habito’, y en cuanto ha aparecido su nombre en la gran pantalla, los aplausos y los vítores han resonado con fuerza en el Gran Teatro Lumière. A estas alturas ya he visto casi todas las películas de la sección oficial del Festival de Cannes 2011 y hasta ahora no había presenciado algo semejante. Se derriten con el cineasta manchego, que ha generado mucha expectación con su llegada a la Croisette, acompañado por los protagonistas de ‘La piel que habito’. Solo Antonio Banderas le eclipsó en atención mediática, respondiendo siempre el malagueño con encanto y profesionalidad, sin rastro de divismo alguno, acercándose a la gente que le esperaba para pedir un autógrafo o una foto. Almodóvar dijo que tenía prisa. Debió dejarse la plancha encendida.

Aunque está basada en la novela ‘Tarántula’, la película es totalmente “almodovariana”; el director español se sirve de la obra de Thierry Jonquet para trasladarla a su terreno, para volver a sus personajes y sus temas, incorporando nuevas ideas pero manteniéndose fiel a su estilo. Es un trabajo que al menos superficialmente se desmarca de las historias que suele firmar Almodóvar, al incluir elementos de terror y ciencia-ficción (pudiendo atraer a espectadores que normalmente no tienen interés en su cine), pero ‘La piel que habito’ lleva su firma, es suya y de nadie más, así que sus seguidores no se sentirán decepcionados. Al margen de la codiciada Palma de Oro, que se la puede llevar perfectamente, tengo curiosidad por saber cómo funcionará esta película en taquilla, me parece demasiado siniestra para convertirse en un éxito. Lo que sí deben hacer cuanto antes es montar otro tráiler, con el lamentable teaser que lanzaron para Cannes solo provocarán más temores infundados. Visualmente es impecable, la inspirada música de Alberto Iglesias encaja como un guante y la relación entre los protagonistas es gozosamente inusual y perversa. Se agradece ver algo tan arriesgado.

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El personaje principal sobre el que gira la sorprendente trama de este peculiar thriller de tortuosa venganza (se acuerda uno de Park Chan-wook en algún momento) es un respetado y ambicioso cirujano plástico obsesionado con la idea de crear una nueva piel, resistente a los mosquitos o al fuego (su mujer sufrió graves quemaduras en un accidente de tráfico). La comunidad científica rechaza por cuestiones de ética las investigaciones del doctor Robert Ledgard (interpretado por un convincente Antonio Banderas, posiblemente en su mejor papel hasta la fecha), pero él no piensa detenerse ante nada, llegando a límites insospechados. Años después de la tragedia, Robert consigue a la persona ideal en la que probar sus hallazgos. No os conviene saber más. “Es un intenso drama que a veces se inclina por el noir, a veces por la ciencia-ficción, y otras por el terror”; las palabras de Almodóvar tras acabar el montaje definitivo de su decimoctavo trabajo.

Le faltó añadir que también hay una buena dosis de comedia (a veces bruta, a veces sutil, y algunos se confunden, y se molestan porque no entienden de qué se ríen los demás) y de sexo, dando como resultado un cóctel explosivo, intenso y retorcido, terriblemente enfermizo. Comienza con tibieza ‘La piel que habito’, algo torpe presentando a Robert (las discusiones científicas son tan ingenuas que no te crees ningún diálogo) y de su única paciente/prisionera (Elena Anaya, preciosa pero desafortunada con su composición); es a raíz de la entrada del tigre, y posterior extenso flashback cuando Almodóvar toma por fin las riendas del relato con seguridad y nos sumerge en una espiral de intriga y violencia, regada de contundentes escenas sexuales y destellos humorísticos marca de la casa. Puede que alguno se sienta incómodo con tanto desfase, pero lo que pide esto es liberarse y disfrutar, pase lo que pase en la pantalla.

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A la rueda de prensa, repleta de periodistas (imposible entrar si no eres rosa), acudieron el director y los protagonistas principales de su nuevo trabajo, Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Blanca Suárez y Roberto Álamo. Almodóvar estaba encantado y no dudó en hablar de manera empalagosa de su trayectoria y su nueva película: “Empecé con la comedia pop, pasé por el melodrama… Ahora he llegado al thriller, que hoy por hoy es mi género favorito, reúne las mejores posibilidades para transitar por otros géneros… Porque yo me salto las reglas de los géneros. No se puede rodar hoy un thriller con la inocencia de los años cincuenta. De hecho, para buscar referencias pensé más en el terror, en los primeros trabajos de Fritz Lang, y durante meses estuve tentado de hacer un film a su manera, rodarla en blanco y negro y muda. Pero me di cuenta que no encajaba con la historia”. También reconoció las influencias de ‘Los ojos sin rostro’, que le fascina, y ‘Frankestein’, a lo que añadió que cree que hay algo de Prometeo, cambiando la luz por transgénesis. Por su parte, Banderas agradeció la oportunidad de volver a trabajar con Almodóvar veinte años después de ‘Átame’, aclarando que el suyo ha sido “un trabajo gestualmente económico, de tormento sin gesto, de frialdad, porque Pedro buscaba un horror frío”.

Texto:Juan Luis Caviaro
Via:blog de cine

miércoles, 18 de mayo de 2011

Festival de Cannes 2011: 'Le Havre' (Aki Kaurismäki) y 'Michael' (Markus Schleinzer)


A día de hoy, cuando apenas quedan cuatro días para que culmine el festival de Cannes 2011, las carcajadas más escandalosas y los aplausos más rotundos oídos en el Gran Teatro Lumière han sido provocados por ‘Le Havre’, el nuevo trabajo de Aki Kaurismäki. Se ha empezado a decir que es una seria candidata a la Palma de Oro, pero me sorprendería mucho que dieran el premio gordo a un film tan cómico y ligero, en lugar de a uno de los títulos más dramáticos y complejos. Saldremos de dudas el próximo día 22, cuando el jurado presidido por Robert de Niro haga público su veredicto. En cualquier caso coincido con la opinión general en que ‘Le Havre’ es una de las películas más inspiradas de la sección oficial, muy ingeniosa y divertida, un soplo de optimismo, solidaridad y alegría que se recibe con placer.

La historia gira en torno a Marcel (André Wilms), un antiguo escritor bohemio que se ha exiliado en la ciudad que da título a la película, en cuyas calles trabaja como limpiabotas. Un empleo en extinción que no le proporciona muchas alegrías, teniendo que pedir prestado o acumular deudas allá por donde pasa; por suerte cada noche le espera su comprensiva y generosa esposa, Arletty (Kati Outinen), que le prepara la cena mientras él toma un par de copas en su bar favorito. La tranquila existencia de Marcel se verá sacudida por completo cuando Arletty caiga gravemente enferma, debiendo permanecer en el hospital. A esto se suma el descubrimiento de un chico africano que ha llegado de manera ilegal a Le Havre, solo, abandonado, hambriento, y perseguido por las fuerzas policiales. Marcel se apiada del niño y lo acoge en su casa, encontrando a un eficaz “amo de casa” provisional. Mientras un sagaz detective (Jean-Pierre Darroussin) le pisa los talones, Marcel prepara la salida del muchacho, que debe viajar a Londres para reencontrarse con su familia, y espera la mejoría de su esposa, confiado con los (¿sinceros?) pronósticos de los médicos.

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En ‘Le Havre’, Kaurismäki vuelve a hacer gala de una imaginativa puesta en escena, una cuidada atmósfera y un peculiar sentido del humor, destacando el absurdo de las situaciones que afectan a unos personajes pintorescos y llenos de vida (aunque a menudo reaccionen como estatuas de piedra). La trama permite al cineasta criticar las frías y contundentes políticas de inmigración actuales y posicionarse a favor de una actitud más bondadosa y piadosa hacia los pobres incautos que llegan en condiciones inhumanas, con la esperanza de ganarse la vida, para acabar en la más absoluta miseria, como basura. Pero el cineasta no pretende darnos la brasa (en la rueda de prensa dijo que era un tema demasiado complicado como para tratarlo con justicia en esta película), y pese a las muchas dificultades a las que se enfrentan los protagonistas, esos encantadores perdedores, marginados o excéntricos, siempre les permite encontrar una salida, un motivo para sonreír, creerse su propia visión de las cosas y seguir adelante con la frente bien alta. Del afortunado elenco quiero destacar el trabajo de Darroussin como el detective de policía, realmente memorable (la escena de la piña es desternillante). ‘Le Havre’ son apenas 90 minutos que se pasan volando, quedándose uno con el rostro sonriente durante largo rato.

‘Michael’, la intimidad del monstruo

“Esto es mi polla y esto un cuchillo. ¿Cuál prefieres que te clave primero?”

Por el contrario, la ópera prima del austriaco Markus Schleinzer es uno de los relatos más crudos y perturbadores de la 64ª edición de Cannes. Incluida en la sección oficial, ‘Michael’ nos ha recordado a muchos el aclamado cine del también austriaco Michael Haneke, para quien Schleinzer trabajó como director de casting. La película parece empezar tarde y acabar antes de tiempo, carece de música extradiegética (o sea, la que hay suena en el mundo del personaje), no hay subrayados, no se emiten juicios, la acción es mínima y es captada por la cámara de la manera más sencilla y aséptica posible. Trata comportamientos violentos y no busca satisfacer al espectador, solamente ofrecerle una ventana a una historia que bien podría estar ocurriendo actualmente, en cualquier localidad superficialmente civilizada. Y que cada uno saque las conclusiones que desee, si es capaz de aguantar la experiencia, en parte escalofriante, en parte tediosa.

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‘Michael’ arranca con una lánguida secuencia en la que vemos a un hombre llegar a casa del trabajo. Como otro día cualquiera, Michael (Michael Fuith), de 35 años, prepara la mesa para una cena de dos personas; pronto descubrimos que retiene a alguien en la planta baja de su vivienda. Se trata de Wolfang (David Rauchenberg), un niño de 10 años. Cenan juntos y el chico pregunta si puede ver la televisión, a lo que Michael responde positivamente, hasta una hora razonable. ¿Es su hijo? No, es su presa. Cuando le apetece, el hombre abusa sexualmente del pequeño. Por fortuna esto no es ‘A Serbian Film’, es la película de alguien inteligente y elegante que no busca una simple y vulgar polémica, sino inquietar y provocar al espectador, hacerle reflexionar sobre unos hechos plasmados con total naturalidad, de manera seca y realista (y es por desgracia esta historia, que recuerda inevitablemente al caso de Natascha Kampusch, no es ninguna fantasía); Schleinzer no desea ni necesita mostrar ninguna escena desagradable con el pervertido, solo sugerirla, logrando un efecto mucho más contundente.

Al centrarse en el esfuerzo del pedófilo por intentar llevar una vida convencional, relacionándose cordialmente con su familia y sus compañeros de trabajo, saliendo con sus amigos o incluso manteniendo esporádicas relaciones heterosexuales, ‘Michael’ está repleta de situaciones anodinas (el protagonista abrochándose una camisa con lentitud) o de las que se podría haber prescindido para lograr una narración más compacta. A todo lo dicho quiero añadir que en esta película hay una escena centrada en un coche que es una auténtica delicia, de lo mejor que he visto en mi vida. Por lo delicado del tema que trata, por cómo se hace, y por las soberbias interpretaciones (resulta raro ver a los actores que dan vida al depredador y la víctima paseando alegremente por el certamen), ‘Michael’ tiene opciones de llevarse premios importantes, pese a que he podido comprobar que hay división de opiniones entre los profesionales acreditados. Lo curioso es que muchos se duermen o abandonan la sala a la mitad de la proyección, pero todos dan su opinión con aire solemne. Al fin y al cabo los que estamos aquí somos unos privilegiados y hay que actuar en consecuencia. En especial los que llevan relojes de lujo o diamantes en los zapatos.

Juan Luis Caviaro desde Cannes, 18 de mayo de 2011.

Vía:blog de cine

Festival de Cannes 2011: 'El castor' (Jodie Foster) y 'Footnote' (Joseph Cedar)


‘El castor’, Mel Gibson salva un endeble relato

“Estoy aquí para salvar tu maldita vida”.

El castor (Mel Gibson)

La película más esperada y comentada de la séptima jornada del festival de Cannes 2011 no formaba parte de la sección oficial, y ya fue estrenada en Estados Unidos (de manera limitada, en apenas 20 salas). Pero la dirige Jodie Foster y la protagoniza Mel Gibson, y con eso es más que suficiente. Solo Foster participó en la rueda de prensa (junto al guionista Kyle Killen y el productor Keith Redmon), ya que al parecer la actriz y directora no quería que la presencia de Gibson pudiera dejar la película en un segundo plano, que los periodistas aprovechasen para buscar el lado más polémico de la estrella, protagonista en los medios por escándalos personales, en lugar de por su trabajo en el cine, lo que ha arruinado su reputación en Hollywood. “Estará aquí, pero no hablará”, informó la cineasta. Y eso vinculó aún más la vida del actor con la del personaje que interpreta en ‘El castor’ (‘The Beaver’), una comedia dramática que fue muy aplaudida en el pase de invitados y prensa de las 11 de la mañana (ojalá empezaran a esa hora las proyecciones del día).

El protagonista de ‘El castor’ es Walter (Mel Gibson), un hombre profundamente deprimido. Era un exitoso hombre de negocios y un amado padre de familia, pero ahora es incapaz de hacer nada, ha tocado fondo. Después de que su mujer (Jodie Foster) lo eche de casa, por el bien de sus hijos (Anton Yelchin y Riley Thomas Stewart), Walter se plantea el suicidio, justo antes de ver una luz al final del túnel, en forma de castor. Walter encuentra tirada en la basura una marioneta y empieza a usarla como si tuviese vida propia, hablando a los demás a través de ella. Gracias al castor, el hombre puede volver a exteriorizar todo lo que era incapaz de decir a su familia y sus empleados, puede volver a recuperar su vida, y además convertido en alguien más positivo, cariñoso y seguro. Sin embargo, no tardará en darse cuenta que depende totalmente del castor y que éste lo puede alejar definitivamente de su mujer y sus hijos, que desean una situación de normalidad, como la que conocieron antes de que Walter entrara en crisis. ¿Hasta qué punto se parecen Walter y Gibson? Ni idea, pero el actor está sensacional, solo por su interpretación ya merece la pena ver la película.

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El principal problema de la película es que la historia se amolda al esquema convencional del cine norteamericano, con unos giros argumentales que ya se sabe uno de memoria, y un tono demasiado amable, simplista, blando, comercial. Desde luego, Walter lo pasa mal, sufre, pero encuentra al castor y recupera el control de su vida, vuelve a tener éxito y descubre que la familia es lo más importante, buscando la reconciliación con sus seres queridos. Su mujer no se opone a darle una segunda oportunidad (la secuencia de sexo con la marioneta es impagable), y su hijo pequeño está encantado con el castor, pero el mayor no piensa tolerar lo que considera una broma sin gracia. Pero en lugar de centrarse en esto, en la recuperación de su familia y su salud mental, el guion del primerizo Killen, trasladado a la gran pantalla con escasa imaginación por parte de Foster, tiene una subtrama centrada en el personaje de Yelchin que resulta insulsa e inverosímil.

El joven, cuyo mayor deseo es escapar de los defectos de su padre y ser una persona completamente diferente, se enamora de la chica guapa del instituto (cómo no), interpretada por Jennifer Lawrence, que también tiene un conflicto que superar. Gibson es el que más se luce (sobre todo cuando habla con y a través de la marioneta, a la que da voz con un divertido acento) en este inofensivo cóctel de drama familiar, comedia negra y sátira social, pero todo el elenco está en su sitio, comprometidos con sus personajes, o más probablemente, con una cineasta que ha tardado quince años en volver a situarse tras las cámaras (Foster no dirigía nada desde ‘A casa por vacaciones’). No parece que ‘El castor’ vaya a lograr grandes cifras en taquilla, pero con el tiempo puede llegar a convertirse en un título querido, en una vía de escape para personas que atraviesen malas épocas, como Walter. Es un producto correcto que se deja ver, hace reír y tiene su mensaje, pero a mí solo me interesa cuando aparece Gibson, lo demás me resulta aburrido.

‘Footnote’, amarga batalla paternofilial

‘Footnote’ (en español, “Nota a pie de página”) es el cuarto largometraje del israelí nacido en Nueva York Joseph Cedar, y uno de los 20 títulos que aspiran a la Palma de Oro en esta 64ª edición. Cedar, cuyos trabajos han sido éxitos de taquilla en su país, centra la historia de su nuevo film en la familia Shkolnik, y más concretamente en la peculiar relación entre el veterano Eliezer (Shlomo Bar Aba) y su hijo Uriel (Lior Ashkenazi). Los dos son investigadores que han dedicado su vida al estudio de los textos sagrados de los judíos, con diferente enfoque y fortuna; mientras que el padre es un profesor purista y misántropo que ha tenido mala suerte y carece del apoyo de sus colegas, un hombre encerrado en su propio mundo obsesivamente organizado, Uriel es más abierto y simpático, ganando reconocimientos que Eliezer, al ser ignorado durante décadas, no duda en despreciar públicamente. Sin embargo, un día Eliezer recibe una llamada; le ha sido concedido el premio más prestigioso del país en su disciplina, cuando ya lo daba por imposible. Cuando la relación con Uriel parece en su mejor momento, éste descubre que ha habido un error en la decisión del jurado…

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La película, basada en una experiencia real vivida por el cineasta, arranca con una importante celebración, una secuencia en la que Uriel da un discurso de agradecimiento tras recibir un premio por su labor de investigación. Mientras habla y se gana al público con una tierna y divertida anécdota sobre su padre (luego descubriremos que fue suavizada para la ocasión), éste es incapaz de sonreír, de disimular su disgusto, y apenas aplaude de forma desganada. El lánguido transcurrir de la trama y la sencilla puesta en escena de Cedar salta en pedazos cuando de forma repentina en la pantalla surgen unas “notas a pie de página” sobre los dos protagonistas, unos espectaculares paréntesis en la historia, muy ingeniosos, que nos permiten conocer mejor y entender el comportamiento de Eliezer y Uriel, así como su tensa y sorprendente rivalidad. Una rivalidad tratada con mucho sentido del humor, sin que ello llegue a diluir el tono serio y amargo del relato. Ácida, irónica, mordaz, ‘Footnote’ (‘Hearat Shulayim’) es una irregular comedia de grandes momentos aislados que consiguen mantener el interés pese a los bajones de ritmo y la excesiva preocupación de Cedar por remarcar las personalidades de sus protagonistas y los conflictos sobre reconocimientos académicos en Israel. No suena como favorita, pero es de lo más divertido que hemos visto aquí hasta ahora.

Juan Luis Caviaro desde Cannes, 17 de mayo de 2011.

Vía:blog de cine

martes, 17 de mayo de 2011

Festival de Cannes 2011: 'The Tree of Life', un precioso y amargo viaje


“¿Dónde estás? Has dejado morir a un niño. Dejas que pase todo.”

Jack O´Brien (Hunter McCracken)

Hoy hemos podido ver la película más esperada del festival de Cannes 2011, la que más expectación ha generado, y a priori la gran favorita para lograr la Palma de Oro de esta 64ª edición. Y quizá por eso se han oído los mayores abucheos hasta el momento, ya en el ecuador del certamen, acallados rápidamente por aplausos aún más ruidosos. Creo que es la reacción más lógica a esta experiencia cinematográfica titulada ‘The Tree of Life’ (‘El árbol de la vida’), el quinto largometraje del singular Terrence Malick, que como se esperaba no ha venido a presentar su trabajo. Pero sí Brad Pitt, uno de los protagonistas, y eso es más que suficiente para que todo el mundo se vuelva loco otra vez, apenas dos días después de la visita de Johnny Depp debido a la mediocre cuarta entrega de ‘Piratas del Caribe’. No sé que habría ocurrido si coinciden ambos, quizá una multitud de auténticos homenajes a ‘Scanners’. Y no os creáis que se trata solo de fans que vienen expresamente a buscar una foto o un autógrafo de su estrella, los periodistas acreditados se derriten igualmente con estas visitas, me temo que el principal motivo por el que este festival sigue siendo tan relevante hoy en día.

Seis años después de ‘El nuevo mundo’ (‘The New World’), Malick regresa con una obra cuyo propósito es el de plasmar el disfrute y los sinsabores, los milagros y los misterios, de la vida, tanto desde un punto de vista íntimo, como desde una perspectiva épica, cósmica. ‘The Tree of Life’ nos traslada a la década de los 50, a un tranquilo pueblo estadounidense para mostrarnos la infancia de Jack (interpretado en su mayor parte por Hunter McCracken). También nos sitúa en la actualidad, con Jack (Sean Penn) convertido en un arquitecto de éxito. Y lo más asombroso, nos lleva a la creación del universo, del planeta Tierra y de las primeras formas de vida. Todo ello a través de fascinantes imágenes y una música exquisita (la fotografía es de Emmanuel Lubezki, la música la firma Alexandre Desplat). Es un viaje intenso que te obliga a reflexionar sobre tu propia existencia y que deja con ganas de más, pese a durar unos 138 minutos. Aun así, no ha colmado mis expectativas. Esperaba un 10 y encontré un 9. La vi a las ocho y media de la mañana y todavía no me la quito de la cabeza.

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El eje central de ‘The Tree of Life’ es Jack, el hijo mayor de una familia cristiana que se origina en el Texas de los años 50. Décadas después, entre los rascacielos que dominan su vida cotidiana, Jack rememora su infancia, con una mezcla de felicidad y amargura, de dudas y certezas, buscando el sentido a todo lo que ocurrió, a todo lo que ocurre, tratando de comprender qué visión era la más acertada, la de su madre o la de su padre, el camino de la gracia o el de la naturaleza. El padre (Brad Pitt) es un hombre autoritario, duro, que exige disciplina, coraje, fuerza y éxito a sus hijos (hay una escena en la que pregunta a Jack si le quiere, y éste responde con un seco “sí, señor”); su deseo es que no sean pisoteados por otros, ni que cometan sus mismos errores. La madre (Jessica Chastain) es bondadosa, generosa, inocente y cariñosa; ama a sus hijos profundamente, representa la visión de la vida opuesta de su marido, con el que tiene fuertes discusiones. Sus creencias y formas de ver la vida serán puestas a prueba con una tragedia.

Pero como he dicho, la película no se limita a Jack, también asistimos a vivencias desde el punto de vista de sus padres y sus hermanos (encarnados por Laramie Eppler y Tye Sheridan) y ni más ni menos que el origen de nuestro mundo, desde la creación del cosmos hasta los dinosaurios (sensacional la escena del animal herido). La idea que enlaza todo parece ser el esfuerzo de Jack por encontrar un sentido a la existencia y una conexión con todo lo que ha existido, desde el inicio hasta el final. Precisamente, el desenlace de ‘The Tree of Life’ es la parte que menos me gusta del film, la que me ha hecho desconectar del relato, y supongo que será uno de los puntos que dividirá fuertemente a defensores y detractores de una obra ambiciosa y atrevida. Al menos eso se le debe reconocer a Terrence Malick, que se arriesga siempre, que no se pliega a las exigencias del mercado (grandes como Steven Spielberg o Martin Scorsese sí lo han hecho). Y tampoco se puede discutir el formidable acabado estético, un precioso y poético mosaico de escenas que se sienten auténticas, extraídas directamente de la realidad, nunca forzadas o impuestas para impresionar al espectador, que seguro verá reflejadas en la pantalla vivencias muy similares a las propias.

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Terrence Malick vuelve a recurrir a una narración muy fragmentada que difumina la barrera del espacio y el tiempo (buscando sensaciones y emociones, más que el progreso de una historia), algo que está muy acentuado al inicio de la película, llegando a abrumar y desorientar (hasta cinco montadores ha requerido este film); como ocurre siempre con este cineasta, uno se queda con la sensación de que un montaje extendido podría corregir fuertes saltos y aclarar importantes omisiones, dando mayor solidez al conjunto. Quizá sea solo cosa mía, pero creo que Malick podría haber abarcado algo más en el retrato de la vida de Jack, cuya madurez apenas es tratada; el Jack adulto es un personaje muy secundario, lo que desaprovecha la siempre interesante presencia de Sean Penn, que se limita a poner cara de desorientación y poco más. Asimismo, me llama la atención que se obvie por completo el sexo o la reproducción (en ese matrimonio con fuertes convicciones religiosas, algo se podría haber tratado); quizá se ha reservado para la siguiente película, ya en fase de post-producción. Por último, quiero destacar la inspirada dirección de actores, en especial con los niños, protagonistas de escenas insuperables.

A la rueda de prensa, en esa sala donde apenas entran unos 150 profesionales (de más de que hemos sido acreditados), asistieron los actores Brad Pitt y Jessica Chastain, acompañados por los productores Dede Gardner, Sarah Green, Grant Hill y Bill Pohlad (Pitt también es productor, por cierto). Como podéis suponer, casi todas las preguntas las tuvo que contestar el protagonista de ‘Seven’, si bien muchas de ellas se centraron en intentar conocer un poco mejor al ausente Terrence Malick. De él se dijo que es extremadamente tímido y trabajador, muy culto, espiritual y risueño, aparte de lo que lo típico de siempre (“es un genio”, “es una persona maravillosa”...). A Pitt le preguntaron si en la vida real es tan rudo con sus hijos como el personaje que interpreta (lo que leéis), algo a lo que respondió con humor: “Sí, les doy unas buenas palizas”. Se le vio entusiasmado hablando de Malick y el rodaje, comentando que le había sorprendido la manera en la que el director buscaba lo espontáneo en cada escena, lo inesperado, lo que no se puede fingir, el “accidente afortunado”. Chastain estuvo de acuerdo y dijo que uno de sus momentos favoritos, protagonizado por una mariposa, fue improvisado. Hay mucho de eso en la película, aviso. Planos de árboles, puertas, amaneceres, volcanes, pájaros, manos acariciando el viento. No os engañéis, esto es puro Malick.

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Juan Luis Caviaro desde Cannes, 16 de mayo de 2011.

Vía:Blog de cine

lunes, 16 de mayo de 2011

Festival de Cannes 2011: 'El niño de la bicicleta' (Jean-Pierre y Luc Dardenne) y 'The Artist' (Michel Hazanavicius)


‘El niño de la bicicleta’, el caperucito de los Dardenne

Uno de los títulos más esperados del Festival de Cannes 2011 era el drama ‘El niño de la bicicleta’ (‘Le gamin au vélo’), el nuevo trabajo de los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, flamantes ganadores hasta el momento de dos Palmas de Oro (en 1999 por ‘Rosetta’ y en 2005 por ‘El niño’). La historia se centra en un chico de doce años llamado Cyril (Thomas Doret, elegido entre cientos de chavales) y la mujer que lo acoge en su casa, Samantha (Cécile De France). Aparte de que sería un auténtico cachondeo que los hermanos ganaran otra vez el premio gordo, creo que el tono de su nuevo largometraje, más optimista y digerible de lo que acostumbran, no les ayuda en ese sentido. Y bueno, a falta de ver lo que han hecho Terrence Malick (se proyecta mañana) o Lars von Trier entre otros, me parecería injusto destacar a como la mejor película de la sección oficial. Es un relato interesante y agradable, pero no deja huella, no tiene nada de especial.

‘El niño de la bicicleta’ arranca con Cyril intentando encontrar a su padre, Guy (Jérémie Renier, actor fetiche de los Dardenne). Furioso, incontrolable, Cyril consigue escapar del hogar para niños en el que ha sido internado y llegar al piso donde vivía con su padre, pero ha sido abandonado. Tanto la vivienda como el pequeño. La única pero inmensa alegría que anima a Cyril es que ha podido recuperar su querida bicicleta, gracias a la generosa Samantha, una peluquera a la que conoce durante su desesperada búsqueda. Con la ayuda de la mujer, el chico descubre que Guy vive con una joven a la que está ayudando a montar un restaurante. Cuando el padre lo rechaza, Cyril no encontrará alivio en la bondad de Samantha, y se meterá en problemas… Por aquí se dice que es la versión de los belgas de ‘Caperucita roja’.

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Aseguran los hermanos Dardenne que emplearon prácticamente un año en terminar el guion de ‘El niño de la bicicleta’, que en un principio fue concebido como un cuento de hadas sobre una mujer que intenta llevar por el buen camino a un niño agresivo. Cuesta creer viendo la película que necesitaran tanto tiempo para escribirla, ya que a la falta de diálogos (que suenan poco elaborados, sin duda para buscar una apariencia de espontaneidad) hay que sumar la repetición de situaciones y el escaso, sencillo, desarrollo de la historia; dicho esto, me gusta que no subrayen los sentimientos o los expliquen, huyendo de lo convencional. Sí que se plasma mejor en la gran pantalla el estupendo trabajo de los Dardenne con el niño protagonista, lo que al parecer les obligó a realizar muchos más ensayos de lo que están acostumbrados antes de empezar a rodar. Me quedo con la puesta en escena de los realizadores, simple y efectiva, dejando respirar la acción y espacio para los personajes, y con la labor de los actores, impecables. Lo peor: la escena del robo, con ese bate mágico que provoca desmayos inmediatos.

‘The Artist’, un delicioso regreso al cine clásico de Hollywood

Pero los mayores aplausos de lo que llevamos de festival no se los llevaron los Dardenne, sino el francés Michel Hazanavicius, cuyo nuevo largometraje (en competición a última hora, inicialmente iba destinada a la sección “Un Certain Regard”) nos devuelve a la industria estadounidense a finales de los años 20, con el nacimiento del cine sonoro. ‘The Artist’ es una asombrosa e imaginativa comedia dramática plena de encanto y romance, en blanco y negro, y prácticamente muda (solo hay un par de escenas con sonido, más el típico acompañamiento musical del cine mudo). Imaginad el impacto, en pleno auge del cine en 3D. Hay que tener agallas para hacer algo así. Pero la mejor noticia es, como digo, que la película se disfruta, que no es una simple repetición de clichés, personajes situaciones y esquemas habituales, con la imagen de otros tiempos, anclado en la nostalgia. Es cine inteligente, valiente, auténtico, intenso, vivo. Una gozada.

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Escrita por Hazanavicius, ‘The Artist’ gira en torno al galán más popular de Hollywood, George Valentin (Jean Dujardin). Sus películas son rotundos éxitos, el público lo adora, pero los tiempos cambian. De pronto surgen las películas habladas y la gente las demanda con entusiasmo, provocando que el estudio de George cancele todas las producciones de cine mudo. El actor pasa de estrella a marginado en poco tiempo (a lo que contribuye la crisis económica del 29), empeñado en continuar con la manera tradicional de contar historias, sin hablar. Por su parte, la carrera de Peppy Miller (Bérénice Bejo) es meteórica. Tras aparecer en los periódicos por una divertida anécdota con George, que la ayuda a despegar cuando no era más que una “extra” desconocida (pues surge algo entre ellos), Peppy se convierte en la nueva gran estrella del negocio, el rostro y la voz que atrae a los espectadores en masa.

‘The Artist’ recuerda inevitablemente a ‘Cantando bajo la lluvia’ o ‘Ha nacido una estrella’, y el propio director reconoce que ha robado a Fritz Lang (”¿Qué me va a decir?“), pero la película tiene identidad propia y está realizada de manera brillante, con mucho estilo. Mención especial para los intérpretes (John Goodman, James Cromwell, Penelope Ann Miller, Malcolm McDowell...), sobre todo la pareja protagonista, Dujardin y Bejo están sensacionales, llegan a parecer dos estrellas sacadas del pasado, compartiendo una de esas inmortales, complicadas y chispeantes historias de amor del cine clásico. No parece favorita para la Palma de Oro de Cannes 2011 (nunca se sabe), pero nos ha alegrado el día y se quedará en nuestra memoria.

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Juan Luis Caviaro desde Cannes, 15 de mayo de 2011.

Vía:Blog de cine

Festival de Cannes 2011: 'Arirang' (Kim Ki-duk) y 'Poliss' (Maïwenn)

‘Arirang’, descarnado autorretrato de Kim Ki-duk
¡¡Quiero hacer una película!!

(Kim Ki-duk)

Hay muchas formas de valorar una película. ‘Arirang’ hay que valorarla teniendo en cuenta la experiencia y el riesgo. Porque si no, si nos fijamos en cosas como la trama o una sofisticada puesta en escena, es poco menos que una basura. Y una tomadura de pelo que haya sido incluida en la sección “Un Certain Regard” del Festival de Cannes 2011. Yo reconozco que estuve a punto de levantarme de la butaca un par de veces antes de que transcurrieran quince minutos, incluso llegué a convencerme de que podría aprovechar el tiempo para escribir aquí, pero me alegro de haberme obligado a permanecer sentado y dar una oportunidad a un cineasta de la talla de Kim Ki-duk, aunque haya perdido la cabeza y haya presentado una cosa amateur que cuesta tomar en serio.

Todo lo que os diga es poco, y ya supongo que los seguidores del coreano no os lo vais a poder creer (es un realizador difícil y desconocido para la mayoría, por lo que la minoría que le respeta lo defiende con entusiasmo), o al menos no del todo, pero voy a intentarlo, voy a intentar expresar qué es ‘Arirang’ y qué ha pasado con su director, que llevaba tres años sin estrenar una película, viviendo como un ermitaño desde que hiciera ‘Dream’ (2008). Para empezar, Kim lo hace todo en ‘Arirang’ (2011). Solo aparece su nombre en los créditos, es el guionista (si es que hay un guion aquí), director, productor, fotógrafo, montador, actor… Todo. Algo no tan complicado como parece cuando lo que ha hecho es filmarse a sí mismo en su casa, con una Canon 5D Mark II, haciendo cosas tan sumamente interesantes como tomar café, peinarse, comer, pasear, defecar en la nieve, mirar al horizonte, enfocar a su gato, cantar o hablar solo. No exagero lo más mínimo. Y tampoco cuando mantengo que es una experiencia cinematográfica intensa, desgarradora, extravagante, inolvidable.


Iba a abandonar la sala antes de tiempo, como hicieron muchos invitados y acreditados, porque pensé que no tenía sentido ver a Kim Ki-duk haciendo cosas corrientes o mirando a la cámara en silencio. Eso no tiene ningún mérito. Pero solo es un aperitivo, por así decirlo, pues lo realmente interesante viene cuando el autor se desdobla y empieza a liberar todo lo que lleva dentro, todo lo que le ha estado oprimiendo hasta hundirlo en una fuerte depresión. A través de un simple plano y contraplano, Kim se interroga a sí mismo, se obliga a reflexionar en voz alta y aclarar sus ideas, sus conceptos, sus críticas, sus obras. ¿Qué es el cine? ¿Quién es Kim Ki-duk? ¿Por qué no está haciendo películas? ¿Por qué vive solo en una triste cabaña, en una solitaria colina? Todas estas preguntas y muchas más son formuladas y contestadas, más o menos, en ‘Arirang’, una especie de confesión o diario filmado, un cóctel que mezcla documental, drama, comedia y fantasía.

Sin duda sobran muchos minutos (escenas comiendo o cantando), pero es fascinante ver a Kim, que “interpreta” a tres personajes (el otro es su sombra, que también plantea cuestiones), desnudar su alma ante la cámara, abrir su corazón al espectador, de manera absoluta, dolorosa, humillante, suicida. Es un salto al vacío sin paracaídas por parte de un hombre que ha tocado fondo, que se declara perdido, desorientado, ansioso por volver a hacer películas (habla sobre un proyecto muy interesante que no consigue financiación) y ser considerado un director de prestigio. Admite que no sería nadie sin los certámenes de cine y en la presentación del film aquí en Cannes ha llegado a declarar: “Estaba dormido, pero Cannes me ha despertado“. Quiero añadir que Kim Ki-duk presentó su película al público y se quedó a verla hasta el final, esperando el veredicto de los asistentes. Hay que tener muchas agallas y/o estar algo majara para exponerse de la manera que lo ha hecho el coreano y además quedarse a presenciarlo. Los pocos que quedamos le aplaudimos durante varios minutos, y él no pudo reprimir las lágrimas. En definitiva, un plato muy especial, muy difícil, no apto para todos los paladares.

‘Poliss’, tenso relato policial

“Basada en casos reales”. Con este mensaje da comienzo ‘Poliss’, el nuevo largometraje de la actriz y directora francesa Maïwenn Le Besco (‘Pardonnez-moi’, ‘Le bal des actrices’), uno de los 20 títulos que compiten en la sección oficial de esta 64ª edición. Y es fácil entender el motivo, la autora abarca un tema muy delicado y lo afronta de la manera más directa y cruda que puede, pese a que he leído por ahí que el enfoque peca de simplista (en general, por lo que sé, a la prensa no le ha gustado la película). Quizá lo es, no estoy tan al tanto como para afirmar o negar tal cosa, pero me parece innegable que Maïwenn ha intentado retratar con honestidad y exigencia a personas que hacen un trabajo muy complicado, muy duro, que puede marcar y alterar de manera profunda a quien lo ejerce apasionadamente, con mayor compromiso del estrictamente profesional. Los “héroes” de ‘Poliss’ (o ‘Polisse’, que es “policía” en francés) son individuos entregados por completo a su empleo, lo que repercute negativamente en su vida privada. El guion de Maïwenn y Emmanuelle Bercot intenta reflejar el conflictivo mundo de cada personaje, el desequilibro que caracteriza sus vidas; realizado en su trabajo, frustrado en su casa.

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Drama coral que juega a imitar el estilo documental, ‘Poliss’ se centra en los policías de la Brigada de Protección de Menores (BPM), tanto en su actividad profesional como en su vida personal, si bien la diferencia entre ambas realidades se vuelve a veces muy difusa. Maïwenn ofrece un mosaico de casos sobre posibles abusos, subrayando la dificultad de los protagonistas para conocer la verdad o encontrar una solución satisfactoria, lo que desemboca en constantes situaciones de tensión. Los enfrentamientos profesionales y privados que se van sucediendo nos permiten conocer mejor a los policías, interpretados con mucha autenticidad y convicción (la propia directora forma parte de un elenco que completan Karin Viard, Joeystarr, Nicolas Duvauchelle, Emmanuelle Bercot y Riccardo Scamarcio, entre otros). También destaca el trabajo realizado con los niños, que se muestran muy espontáneos, dando la sensación de estar asistiendo realmente a víctimas (presuntas) de crímenes sexuales. Maïwenn ha declarado que visitó regularmente la unidad que retrata para documentarse, llegando a filmar unas 150 horas basadas en los casos que más le impactaron. No le ha quedado una obra redonda, le sobra metraje (por ejemplo, la escena de la discoteca debía durar menos) y subrayado de las ideas importantes, pero consigue entretener y contiene algunas escenas de impacto.

Juan Luis Caviaro desde Cannes, 15 de mayo de 2011.

Vía:blog de cine

domingo, 15 de mayo de 2011

Festival de Cannes 2011: 'Piratas del Caribe: En mareas misteriosas', cine muerto


“La Fuente te pondrá a prueba, Jack”.

Capitán Teague (Keith Richards)

La cuarta jornada de la 64ª edición del certamen cinematográfico más relevante del planeta gira en torno a un producto comercial de la Disney. Así funciona esto, por mucho que lo disfracen. Os puedo asegurar que en los días que llevo en el festival de Cannes nunca había visto tanta gente, tanto movimiento, tanto nerviosismo, tanta locura. Todo porque se proyecta ‘Piratas del Caribe: En mareas misteriosas’ (‘Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides’) y han venido a presentarla sus protagonistas. No voy a negar que sentía curiosidad por la película, sería hipócrita, y que me encantaría hacerme una foto con Johnny Depp o Geoffrey Rush, pero lo que ha ocurrido aquí es un verdadero disparate. ¿No se trataba de ver buen cine?

Todo resulta mucho más absurdo cuando uno ya ha visto esta aparatosa y tediosa cuarta entrega de ‘Piratas del Caribe’ (se estrena en España el próximo 20 de mayo), que no hace más que confirmar los peores pronósticos. Filmada en 3D (o eso mantienen, pero lo cierto es que hay escenas en 2D que se ven mejor sin esas gafas de sol) y con las grandes novedades de Rob Marshall en la dirección y Penélope Cruz e Ian McShane en el reparto, ‘En mareas misteriosas’ debía hacer olvidar la desastrosa tercera entrega, ‘En el fin del mundo’ (‘Pirates of the Caribbean: At World´s End’), y acercarse más al fresco cine de aventuras con piratas y elementos sobrenaturales que era la primera entrega, ‘La maldición de la perla negra’ (‘Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl’), continuada con fortuna por la espectacular ‘El cofre del hombre muerto’ (‘Pirates of the Caribbean: Dead Man´s Chest’). Sin embargo, la nueva entrega deja la sensación de que la saga está hundida. En lo cinematográfico, claro, porque el éxito de taquilla parece asegurado.

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Tras un breve y prescindible prologo ambientado en Cádiz, para presentar a un moribundo Ponce de León y un mapa que marca la localización de la mítica Fuente de la Juventud, ‘Piratas del Caribe: En mareas misteriosas’ nos traslada a Londres donde el capitán Jack Sparrow (Johnny Depp repitiéndose una vez más, incansable encarnando a esta mezcla de rock star y dibujo animado) está reuniendo una tripulación para salir en busca de la preciada fuente. O eso dicen. En realidad es una mujer de su pasado, Angelica (Penélope Cruz), quien está haciendo tal cosa, pero necesitaba llamar la atención del capitán. Tras tres secuencias de acción (las primeras de una serie que parece interminable, todas igual de torpes, mecánicas y tediosas, repletas de cortes y sin ninguna emoción), Jack se encuentra a bordo del Queen Anne´s Revenge, el barco del legendario Barbanegra (Ian McShane). Sin poder evitarlo, el excapitán de la Perla Negra debe acompañar a Barbanegra y Angelica en una carrera por el formidable tesoro hallado por el conquistador español. Parece increíble, pero esta cosa tiene una duración de 137 minutos, que se hacen eternos.

Ted Elliott y Terry Rossio repiten como guionistas en esta secuela, demostrando que ya no tienen nada que ofrecer a la franquicia, que se quedaron sin ideas. Las situaciones que desarrollan resultan a menudo absurdas, arbitrarias, repetitivas y poco elaboradas, siendo especialmente grave que pese a introducir a un buen número de personajes nuevos, ninguno resulte mínimamente interesante o ingenioso. Ni uno solo. Son todos planos, sin personalidad, monigotes que van de un lado a otro sin que importe en absoluto a dónde ni por qué. La cosa es realmente lamentable cuando resulta que el villano de esta nueva entrega es presentado como el pirata que aterroriza a los piratas, el temible Barbanegra, que además está interpretado por el carismático McShane. Debería ser una gozada para el actor, y éste intenta darle vida, entidad, pero no impone respeto alguno y toma decisiones incomprensibles, impropias del brutal individuo que se supone que es, quedando como el enemigo más flojo de la saga ‘Piratas del Caribe’, por debajo del Davy Jones encarnado por Bill Nighy y el Hector Barbossa que interpreta Geoffrey Rush, uno de los que repiten en esta cuarta parte. Pero el Barbossa de ‘Piratas del Caribe: En mareas misteriosas’ está tan desdibujado y simplificado que tampoco se anima uno al ver al enorme Rush en pantalla.

A priori, la idea de incorporar a una pirata despechada con la que Jack pudiera mantener una conflictiva relación parecía que podía dar juego, sobre todo tras el fichaje de Penélope Cruz (que abandonó a Lars Von Trier y su ‘Melancholia’), pero todo se desvanece desde su primer y descafeinado encuentro. No hay química entre los dos actores y tampoco Elliott y Rossio se muestran inspirados construyendo la relación entre los personajes, que ni divierte ni emociona; les habría puesto como tarea visionar varias veces ‘La mujer pirata’ (‘Anne of the Indies’) de Jacques Tourneur. Igualmente forzada, bobalicona y fallida queda la relación entre los personajes que sustituyen a los de Orlando Bloom y Keira Knightley; el debutante Sam Claflin encarna a un misionero con cuerpo de modelo y Astrid Berges-Frisbey (de padre español y madre francesa) a una sirena de buen corazón. Bueno, sirena-vampiro, que los guionistas se han tomado la libertad de renovar a estas criaturas de leyenda, del mismo modo que han creado los zombies musculosos que pueden tomar decisiones. O las cuerdas-serpiente y el napalm pirata. Una cadena de bobadas esta película, sin ningún ritmo, llena de parones y tiempos muertos. Tampoco Hans Zimmer aporta valor a esta mediocre ‘Piratas del Caribe: En mareas misteriosas’, firmando un acompañamiento musical totalmente rutinario. Lo mejor: el cameo de Judi Dench.

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En cuanto a la rueda de prensa (que tuve que ver en un monitor, pues era imposible acceder con una acreditación “de clase media”), estuvo protagonizada por Depp, Cruz, Rush, McShane, Claflin, Berges-Frisbey, Marshall y Jerry Bruckheimer. Como os podéis imaginar, el centro de atención fue el actor fetiche de Tim Burton, y todo consistió en lanzarse grandes elogios unos a otros, alabando el guion, la producción, la dirección, el maquillaje… Resumiendo, en la cuarta entrega de ‘Piratas del Caribe’ están los más geniales profesionales y artistas de la industria. Hasta que uno de ellos haga otra película y entonces los más geniales sean sus nuevos compañeros. En fin, lo esperado, pero no deja de ser triste que ocurra también aquí. Se aseguró que la franquicia seguirá adelante mientras lo pida el público (los productores donarían gustosamente las ganancias, pero tienen que comer) y a Depp le preguntaron en qué consistía ser un buen pirata. “Supongo que debes desear que te disparen. Ignorancia y persistencia…”, respondió a esa pregunta tan inteligente. McShane también bromeó sobre su personaje, diciendo que tenía la espada más grande (ejem) y que nunca hablan de personajes malvados, sino de “personajes complejos”.

A Claflin y Berges-Frisbey se les notó la falta de experiencia y se quedaron sin voz intentando agradecer la ayuda de los compañeros y la presencia en el festival de Cannes. Rush aseguró que el presupuesto de las películas no afecta a su trabajo como intérprete, que participar en ‘El discurso del rey’ o en ‘Piratas del Caribe 4’ es esencialmente lo mismo (y no se partió de risa, demostrando lo gran actor que es). Me gustó lo que respondió Cruz a otra cuestión que era para quitarle la acreditación a quien la “pensó”. Tenía que ver con la búsqueda de la Fuente de la Juventud y el paso del tiempo, y la actriz contestó que no tenía miedo a envejecer, que miraba hacia delante, paso a paso; “quizá porque soy de España, donde se ve de una manera diferente a, por ejemplo, un lugar como Los Angeles”. A eso añadió que ella es y será siempre una actriz española, allá donde vaya, haga lo que haga, y que tiene intención de ser fiel a sus raíces. Y contestó en castellano a una periodista de Radio Nacional que no se atrevió a preguntar en su idioma, balbuceando en un inglés lamentable (y aun así mejor que el mío). Me dieron ganas de aplaudir. Quizá empiezo a sentir morriña…

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Juan Luis Caviaro desde Cannes, 14 de mayo de 2011.

Via:blog de cine

Festival de Cannes 2011: 'Restless' (Gus Van Sant) y 'Habemus Papam' (Nanni Moretti)


‘Restless’, guapos enamorados

“Tenemos tan poco tiempo para decir todo lo que queremos. Tenemos tan poco tiempo para todo”.

Hiroshi (Ryō Kase)

Puede sorprender que el nuevo trabajo de Gus Van Sant no se haya colado en la sección oficial del Festival de Cannes 2011, que no sea uno de los 20 títulos que aspiran a la Palma de Oro (galardón que ya logró el cineasta en 2003 con la sobrevaloradísima ‘Elephant’). Pero no se trata de ningún desaire del festival, en realidad han hecho un gran favor al estadounidense reservándole el honor de inaugurar la más modesta sección “Un Certain Regard” (un breve acto que tuvo lugar ayer). Y es que, como ya se podía adelantar por el tráiler, el Van Sant de ‘Restless’ (‘Sin descanso’) no es ese supuesto innovador del lenguaje cinematográfico, sino el convencional, el comercial, el que intenta llegar a todo el mundo. Aun así, vuelve a mostrar interés por una historia relacionada con la muerte y sobre adolescentes poco corrientes. Asimismo, vuelve a apostar por gente que no había actuado antes en una película, aunque en este caso no puede decirse que haya tomado un gran riesgo; el protagonista masculino del relato está interpretado por Henry Hopper, ni más ni menos que el hijo de Dennis Hopper.

‘Restless’ parte de una serie de historias cortas escritas por el también primerizo Jason Lew, compañero de estudios de Bryce Dallas Howard en la universidad de Nueva York; la actriz, que le animó a unir las piezas y convertirlas en un guion, es una de las productoras del film, junto a su padre, Ron Howard, a través de la compañía Imagine Entertainment. La trama gira en torno a dos muchachos solitarios con una especial, aunque diferente, relación con la muerte, lo que les permite afrontarla de una manera atípica. Enoch (Hopper) es un chico huérfano que tiene un amigo fantasma, un piloto japonés de la II Guerra Mundial llamado Hiroshi (Ryo Kase), y acostumbra a presenciar funerales de absolutos desconocidos; en uno de ellos conoce a Annabel (Mia Wasikowska), que en un principio dice ser voluntaria del hospital, concretamente en la sección de enfermos de cáncer. Al volver a verse, y conocerse un poco mejor, Annabel admite que en realidad es una paciente enferma, quedándole apenas tres meses de vida. Enoch lo acepta con normalidad e inician una relación sentimental. No obstante, pasa el tiempo, la chica empieza a sufrir ataques y el chico a desesperarse. ¿Cómo decir adiós a su única compañera, a la persona que ama?

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Filmado en Portland, el hogar de Van Sant, la mayor baza de este melancólico y acaramelado drama romántico juvenil reside en sus dos protagonistas, la cada vez más solicitada Mia Wasikowska (‘Alicia en el país de las maravillas’) y el debutante Henry Hopper. Por separados no están tan acertados, principalmente por la constante preocupación en mostrar lo guapos y encantadores que son estos dos jóvenes, pero lo cierto es que como pareja funcionan, se les ve muy compenetrados, hay química entre ellos; al parecer, buscando esto, Van Sant recurrió a una técnica de Terrence Malick consistente en rodar tomas con los actores en silencio, sin pronunciar los diálogos, buscando la expresión física y la reacción del compañero. En cualquier caso, la inspirada interacción de los enamorados no consigue salvar la película, demasiado cursi y tediosa, filmada sin entusiasmo, repleta de lugares comunes, explicaciones prescindibles y frases que no logran ser tan divertidas ni profundas como se pretende. Puede emocionar al público adolescente y al que empezó a ver cine romántico ayer.

‘Habemus Papam’, el discurso del Papa

La primera película de la jornada de hoy, proyectada a la fantástica hora de las 8:30 de la mañana, era ‘Habemus Papam’ (o ‘We Have a Pope’), el esperado nuevo trabajo del italiano Nanni Moretti, otro ganador de la Palma de Oro (en 2001 por ‘La habitación del hijo’). Compite en la sección oficial de esta 64ª edición de Cannes pese a que ya se fue estrenada en cines y os puedo decir que oí muchas carcajadas (había un tipo a mi lado que empezó a reírse y no paró hasta el final) y fuertes aplausos en la sala; no obstante, conviene aclarar que entre los asistentes había invitados, no solo prensa. Personalmente, no me sentí cautivado por este relato, lo encontré algo hueco (repite escenas buscando el mismo efecto) y descafeinado, menos incisivo de lo que esperaba. Tuve la sensación de que a Moretti le interesaba jugar con algunas ideas pero no ha logrado encajarlas con precisión, quedando una narración llena de baches, descompensada. Aunque hay mucho subrayado y metraje prescindible en ‘Habemus Papam’, también es justo reconocer que tiene escenas divertidas e ingeniosas; es de esas películas que ves con media sonrisa, sin llegar a entusiasmar pero tampoco aburrir del todo. Y el desenlace es espectacular, muy contundente. Ojalá lo vieran muchos y se dieran por aludidos, el mundo sería un lugar mejor.

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Escrita por Nanni Moretti, Francesco Piccolo y Federica Pontremoli, ‘Habemus Papam’ arranca con un gran funeral por la muerte del Papa, y la reunión del Cónclave para elegir al sucesor, manteniendo en vilo a millones de personas. La cámara de Moretti observa con curiosidad la vieja ceremonia, repetida con exactitud y entusiasmo por los cardenales, que deben permanecer reunidos hasta que haya un nuevo pontífice. El problema es que ninguno de ellos quiere serlo. Tras varias fumatas negras, por fin hay un candidato que consigue la mayoría suficiente. Melville (Michel Piccoli) acepta con gratitud el cargo, pero cuando están a punto de ser anunciado a la multitud que se ha reunido en la plaza de San Pedro, se derrumba, no soporta la responsabilidad de dar un discurso como nuevo Papa. La situación es tremendamente delicada para el Vaticano, la gente espera ansiosa el nombre del elegido, los medios extienden rumores, los cardenales no pueden salir al exterior… pero Melville se niega a dar la cara. Para intentar llegar a una solución, se llama al terapeuta mejor considerado de Roma, el profesor Brezzi (Moretti).

A partir de la llegada de Brezzi uno piensa que ‘Habemus Papam’ va a convertirse en una especie de temprano remake italiano de ‘El discurso del rey’, ahora con un Papa estresado, pero es solo un amago, nunca se establece una relación entre ambos personajes. Tras un desesperado intento por arreglar la situación, el Papa es llevado al exterior, y éste aprovecha un despiste de su escolta para salir corriendo. Mientras todos se comen las uñas, y Brezzi organiza el primer torneo de voleibol del Vaticano, Melville intenta descubrir qué le ocurre, el origen de su crisis. Cien minutos no son demasiados, pero Moretti consigue que lo sean, prolongando el relato de manera innecesaria (un minutillo de los cardenales jugando tiene gracia, pero se extiende tanto que la pierde) y equivocada, pasando de puntillas por el proceso de elección del Papa, tan simplista que resulta insatisfactoria; asimismo, no se saca mucho jugo a la presencia del psicólogo entre los cardenales, que son retratados poco menos que como escolares con cuerpos de ancianos. De no ser por la conclusión, la película estaría condenada al olvido, destinada a adornar las estanterías de los seguidores del director italiano y entretener a espectadores con un rato aburrido que rellenar. Salvo que Piccoli sea premiado por su estupenda interpretación, no creo que ‘Habemus Papum’ entre en el palmarés.

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Juan Luis Caviaro desde Cannes, 13 de mayo de 2011.

Vía:blog de cine