El doctor Venkman y sus compañeros vuelven a los cines de EE UU en un
reestreno multitudinario: nosotros les dedicamos este informe
paranormal.
Este fin de semana
más de 800 cines de Estados Unidos están
siendo el escenario de un reestreno de proporciones bíblicas, con fuego
y azufre, perros y gatos viviendo juntos e histeria de masas. ¿Por qué?
Pues porque
Cazafantasmas ha vuelto a las salas del otro lado del Atlántico a fin de celebrar su
30 aniversario: si bien su lanzamiento en España tuvo que esperar a la campaña de navidad, la comedia sobrenatural dirigida por
Ivan Reitman fue el
megahit indiscutible
del verano de 1984 para el público estadounidense. Y, hoy en día, su
recuerdo sigue siendo de lo más poderoso: lo bastante, de hecho, como
para que los doctores
Egon Spengler (Harold Ramis), Peter Venkman (Bill Murray) y
Raymond Stantz (Dan Aykroyd) vuelvan para demostrar que ni los simios, ni los robots gigantes, ni los aventureros espaciales de
Marvel pueden hacerle sombra a sus
mochilas de protones, y a su vitriólico y destrozón humor.
Así pues, en
CINEMANÍA no podíamos permanecer indiferentes: armados con un arsenal de libros sobre ocultismo que haría palidecer a
Ivo Szandor, hemos invocado al
Maestro de las Llaves y a la
Guardiana de la Puerta para que nos revelen los secretos más alambicados sobre el rodaje de la película. Olvídate de
Cazafantasmas II (secuela que, a decir de algunos, tiene mucha gracia), de los denuestos de Bill Murray contra sus ex compañeros y de esa
Cazafantasmas III que (muy a pesar de muchos
fans) sigue en preparación: en este informe más voluminoso que el
muñeco Stay-Puft vamos
a hablarte del filme original y de sus descacharrantes casos y cosas.
Si quieres adentrarte en este compendio de saber prohibido, sólo una
advertencia:
“Cuando alguien te pregunte si eres un dios, contéstale que sí”.
El proyecto que regresó de la tumba

Tras el éxito de
Granujas a todo ritmo en 1980, los ‘Blues Brothers’
Dan Aykroyd y
John Belushi tenían
muchas ganas de regresar al cine. Y Aykroyd, un señor muy aficionado a
las historias paranormales, tenía claro que la forma idónea de hacerlo
era mediante un filme que combinara terror, fantasía urbana y aventuras.
No sin obstáculos, el proyecto salió adelante poco a poco, pero la
muerte por sobredosis de Belushi en 1982 pareció mandarlo al traste.
“Pareció”, decimos, porque el hecho de que
Los cazafantasmas saliese adelante parece obra de las potencias del Más Allá.
¿”Cazafantasmas” o “Chafafantasmas”?

El guión original concebido por Dan Aykroyd no podía ser más distinto
a lo que acabó viéndose en la pantalla: según este borrador,
Los cazafantasmas habría sido
una película de ciencia-ficción futurista, con un grupo conocido como
Ghost Smashers (algo así como los
“Chafafantasmas”) viajando por otras dimensiones para combatir a los espectros. Por fortuna, el director
Ivan Reitman se
dio cuenta de que el título tenía más bien poca gracia, y de que esa
idea hubiera requerido un presupuesto desorbitado, convenciendo al actor
para que pergeñase una nueva versión en compañía de su amiguete
Harold Ramis.
John y Eddie pasan de los ectoplasmas
Si bien la defunción de John Belushi supuso un severo mazazo para la preproducción de
Los cazafantasmas, el
filme también se vio en apuros cuando los dos actores previstos por Dan
Aykroyd para completar el equipo se apearon del tren. Hablamos de
Eddie Murphy, que debería haber encarnado al sufrido
Winston Zeddmore (hasta que le llegó la oferta para protagonizar
Superdetective en Hollywood) y de un
John Candy al que le fue asignado el rol de
Louis Tully, el vecino pelmazo de
Sigourney Weaver. Por fortuna, Dan y Harold Ramis andaban sobrados de agenda:
Rick Moranis, un viejo conocido de ambos gracias a su etapa en la compañía teatral
Second City, no sólo aceptó gustoso el papel de Louis, sino que les echó una mano con el guión. En cuanto al cazafantasmas negro, un
recast de último minuto le puso el rostro de
Ernie Hudson.
Bill Murray se hace de rogar…
Como te habrás imaginado, el papel que John Belushi habría interpretado en
Los cazafantasmas habría sido el del inigualable
Peter Venkman. Para ponerle cara a semejante truhán, Aykroyd y Harold Ramis tentaron primero a
Chevy Chase y a
Michael Keaton. Cuando ambos actores rechazaron su oferta, el tándem se fijó en un
Bill Murray cuyas ideas a medio plazo no podían ser más distintas: Bill había escrito un guión adaptando
El filo de la navaja, la clásica novela de
Somerset Maugham, y estaba empeñado en producirlo con él mismo de protagonista, confiando así en ganar los galones de actor ‘serio’.
…Pero cae en la trampa (de protones)
Si Bill Murray estaba harto de la comedia, y ponía todas sus
esperanzas en la realización de un dramón, ¿cómo lograron Aykroyd y
Ramis reclutarle para
Los cazafantasmas? Sencillo: a fin de rodar
El filo de la navaja, Murray necesitaba la financiación de un gran estudio, y
Columbia Pictures le
prometió la pasta a condición de que también participara en otro
proyecto más comercial. Por supuesto, dicha película orientada al gran
público fue
Los cazafantasmas, con el clamoroso éxito que todos conocemos. Por su parte,
El filo de la navaja
resultó un fracaso de crítica y público tan clamoroso que, tras su
estreno, Bill se retiró del cine durante dos años, mudándose a París
para estudiar Filosofía en la Sorbona.
Belushi vuelve de entre los muertos
Tratándose de un tipo tan torrencial, ni siquiera la Parca pudo impedir que John Belushi se asomara a
Los cazafantasmas. Aunque, eso sí, su cameo
post mortem fue peculiar cuanto menos:
Moquete, el
fantasma verde y tragón que ejerce como primer enemigo paranormal de
nuestros héroes, fue concebido por Dan Aykroyd pensando en su compañero
fallecido. Según explicó el actor y guionista, este ectoplasma tan poco
civilizado se entrega a dos de las actividades favoritas de John
Belushi: comer como una bestia, y perpetrar gamberradas al por mayor.
Ramis colecciona mohos y hongos
En principio, y aunque actuar junto a Murray y Aykroyd no le resultaba ajeno (véase
El pelotón chiflado), Harold Ramis no contaba con entrar en el reparto de
Los cazafantasmas. ¿Qué le llevó a aparecer frente a la cámara? Pues las negativas de
Christopher Lloyd, Christopher Walken, Jeff Goldblum y (otra vez) Michael Keaton, actores todos ellos a los que les fue ofrecido el papel de
Egon Spengler. Así las cosas, a Ramis no le quedó más remedio que interpretar al miembro más cerebral del equipo.
Todo el mundo quiere a Venkman
La primera pista sobre el carácter de Peter Venkman (antes de ese memorable
test de
telepatía) nos la da una pintada que aparece en la puerta de su
despacho universitario. En principio, dicho mensaje iba a consistir en
una sarta de obsecenidades, pero (en parte para evitar problemas con la
censura, y en parte porque quedaba más gracioso) Ivan Reitman decidió
usar una frase sacada de la
Carrie de
Brian DePalma: “¡Venkman, arde en el infierno!”.
Inspiraciones sobrenaturales
Tras tanto traspiés en lo tocante al
casting, Los cazafantasmas acabó
beneficiándose (y mucho) de su elenco final. Porque tener a un equipo
de cómicos muy bregados como protagonistas permitió a Ivan Reitman
prescindir casi completamente de un guión escrito. Los
tres miembros principales del equipo (sobre todo Murray) improvisaron
sus diálogos sobre la marcha, una técnica que produjo momentos tan
gloriosos como aquel
“¿Hacia dónde van esas escaleras?”. Pero la
medalla de oro a la repentización se la llevó Rick Moranis: todas sus
frases durante la fiesta en casa de Louis Tully (una escena rodada, para
colmo, en plano secuencia) fueron inventados por él mismo sobre la
marcha.
La cárcel de los espíritus
¿Recuerdas ese momento en la que los Cazafantasmas hablan sobre la historia de
Gozer el Gozeriano tras ir a parar al
talego? Pues tiene una historia algo lóbrega, porque transcurre en una auténtica prisión abandonada… y, si hacemos caso a los rumores,
auténticamente embrujada. Al
revisar los negativos del rodaje, el equipo comprobó que éstos estaban
llenos de misteriosos arañazos, con lo que Harold Ramis se llevó un
susto tal que rehusó volver al lugar para repetir las tomas. Si la
escena acaba fue gracias a que Ivan Reitman encontró el suficiente
material intacto como para recrearla en el montaje.
Artesanía ectoplásmica
En parte por las limitaciones tecnológicas de la época, y en parte
porque se lo aconsejaba su experiencia en el teatro, Ivan Reitman
prefirió emplear efectos físicos durante el rodaje de
Los cazafantasmas, en lugar de fiarlo todo a la postproducción. Sin ir más lejos, Sigourney Weaver tuvo que ser
escayolada del cuello para abajo durante la escena en la que su personaje (poseído, recordemos, por la
Guardiana de la Puerta) se pone a levitar frente a un consternado Bill Murray. En cuanto al ectoplasma que inunda Nueva York tras la explosión del
Monstruo Stay-Puft, fue recreado usando
crema de afeitar: William Atherton, intérprete del incordiante
Walter Peck, sufrió el impacto de
34 kilos de esa blanca y espumosa materia.
¿Quién fue el quejica?
Vistos su volumen y sus lucecitas, no sorprende saber que las
mochilas de protones fueron los
props más
puñeteros de la película: estaban tan llenas de bombillas y circuitería
que pesaban un quintal, haciendo que los actores sufriesen lo suyo al
cargar con ellas. Según Ivan Reitman,
Harold Ramis era el actor
que llevaba la suya con más dignidad, quejándose sólo lo imprescindible.
El director siempre se ha negado a decir qué miembro del reparto era el
que más protestaba por el peso de los aparatos, aunque nosotros casi
que nos lo imaginamos…
A Gozer no se le entiende
Escoger al intérprete adecuado para un ente primigenio aficionado a
destruir planetas tiene su complejidad. De hecho, el papel de Gozer el
Gozeriano experimentó el consabido baile de rostros antes del rodaje:
Aykroyd y Ramis lo habían escrito pensando en el comediante
Paul Reubens (conocido por su personaje de
Pee-Wee Herman), pero éste rechazó la oferta. Después, los guionistas acudieron a
Anne Carlisle, cineasta
underground responsable de la rompedora
Cielo líquido, que también les dio calabazas. Finalmente, la encargada de interpretar al Destructor fue la modelo balcánica
Slavitza Jovan, una
decisión que acarreó algún quebradero de cabeza que otro: el acento de
la chica era bastante indescifrable, lo cual obligó a doblar sus líneas
de diálogo y, además, la condenó a ser el blanco de las implacables
bromas de Bill Murray en el plató.
Escenas perdidas en el éter
Como corresponde a una película marcada por la improvisación y la espontaneidad,
Los cazafantasmas sufrió
una drástica poda durante el montaje. Algunos de los momentos
descartados incluyen varios diálogos entre Egon (Ramis) y la secretaria
Janine (Annie Potts), una
escena en la que Aykroyd aparecía vestido como un policía montado de
Canadá y, sobre todo, ese momento en el que Dan y Bill Murray hacían
doblete interpretando a dos mendigos en Central Park. Los productores
pensaron que dicho
gag podría cargarse gran parte de la comicidad del filme, y nosotros pensamos que llevaban razón.
Ritmos de ultratumba
Encontrar una canción para la banda sonora de
Los cazafantasmas tampoco fue un camino de rosas. Ramis abordó primero al ex miembro de Fleetwood Mac
Lindsay Buckingham (con quien había colaborado en
Las vacaciones de una chiflada familia americana), primero, y después a
Huey Lewis and the News (exacto, el grupo favorito de
Patrick Bateman –American Psycho-), quienes ya habían recibido la oferta para trabajar en
Regreso al futuro. Finalmente, quien se ocupó del encargo fue
Ray Parker Jr., un guitarrista que había colaborado con
Stevie Wonder y cuya inspiración fue un anuncio televisivo en el que se oía la frase
“Who you gonna call?” (“¿A quién vas a llamar?”). Ghostbusters, el
tema musical, se hizo famosísimo de inmediato, arrasando en las listas
de éxitos y contribuyendo en gran medida a la popularidad del filme,
pero en su historia también hallamos dos ironías muy gordas: Ray Parker
perdió el Oscar frente a su antiguo jefe Stevie Wonder (quien se lo
llevó gracias a
I Just Called To Say ‘I Love You’) y Huey Lewis le acusó de plagiar su canción
I Want A New Drug.
Peter y Ray se ponen al teléfono
Los cazafantasmas fue una película pionera de muchas cosas, entre ellas del
márketing viral: el
primer tráiler de la película incluía un número de teléfono gratuito al
que, presuntamente, debían llamar los espectadores que hubiesen
presenciado fenómenos paranormales: en realidad, lo que uno escuchaba
tras marcarlo era un mensaje grabado por Bill Murray y Dan Aykroyd, que
rezaba
“Ahora no podemos atenderte: estamos cazando fantasmas”. El éxito de la maniobra fue tal que la línea registró
1000 llamadas por hora, las 24 horas del día, durante seis semanas.
Sólo Kevin pudo con ellos

Para tratarse de una comedia
palomitera y voluntariamente intrascendente,
Los cazafantasmas fue muy bien acogida por la crítica: el maestro
Roger Ebert la describió como
“una de esas raras películas en las que el humor sobrevive a un presupuesto multimillonario”. Claro que los elogios de la prensa palidecieron ante los resultados en taquilla: el filme recaudó
22 millones de euros (ajustados) en su primer fin de semana en EE UU, y al llegar diciembre de 1984 había amasado de
398 millones de euros (ajustados) sólo en su país de origen, una suma que multiplicaba por 100 su presupuesto original. Con semejantes cifras,
Los cazafantasmas se alzó
la comedia más taquillera de la historia de Hollywood, un título que mantendría hasta el estreno de
Solo en casa en 1990.
La polémica de los dibujos animados
Cuando los productores de
Los cazafantasmas registraron el título de la película, cometieron un ‘pequeño’ error: resulta que la compañía
Filmation había producido ya una serie de dibujos llamada
Ghost Busters durante los 70. Ante el clamoroso éxito del filme, a dicha empresa le faltó tiempo para resucitar dicho
show, un
producto sin nada que ver con el filme de Ivan Reitman y entre cuyos
tres protagonistas se hallaba un gorila. Ante lo cual, Columbia Pictures
lanzó en 1986 su propia serie animada, esta sí basada en el filme y
que, por los obvios problemas legales, recibió el título de
Los auténticos Cazafantasmas. Allá por 1997, la franquicia registró una tercera (y fallida) adaptación animada, de título
Extreme Ghostbusters, y en cuya cabecera el tema de Ray Parker Jr. era objeto de una versión
grunge bastante desafortunada.
¿Alta definición? ¡No, gracias!
Con tanto director de cine que se pirra por ver sus películas pulidas
y mimadas en formato doméstico, la actitud de Ivan Reitman ante
Los cazafantasmas resulta
entrañable, e incluso loable: al director no le gustan un pelo las
ediciones de su filme en alta definición porque, a su juicio, en ellas
se notan demasiado los trucajes, los
mattes y demás efectos. Y es
que, donde estén el grano y las dimensiones de una auténtica pantalla
de cine, que se quiten los monitores LCD.
¿Qué es un Slor, exactamente?
¿Recuerdas la parrafada místico-paradójica que se marca Louis Tully
en el laboratorio de nuestros héroes, tras ser poseído por el
Maestro de las Llaves? Si es así, te sonará aquello de que una de las encarnaciones más destructivas de Gozer adquirió la forma de
“un enorme Slor”. Pues bien: la secuela de
Los cazafantasmas que
apareció en 2009 en forma de videojuego nos muestra qué demonios
significa eso. Gracias a dicho programa, que contó con las voces de
todos los protagonistas de la película (sí, también la de Bill Murray),
descubrimos que un Slor es un bicho reptiliano de enorme tamaño que
dispara letales chorros de baba corrosiva. Muchos jugadores han
descubierto lo que es asarse en el fondo del Slor desde que el juego
salió al mercado, os lo aseguramos.
Via:CINEMANIA