De lo cómico a lo violento, pasando por lo sensual: un repaso a esas 'culminaciones' que hicieron historia en la pantalla.
El clímax. La culminación. La
‘petite mort’ de los franceses. El
‘godere’ de los italianos. Ese acto misterioso que a veces se llama ‘irse’ y, otras, ‘llegar’. O, en cristiano,
el orgasmo. Una
reacción deseada y, a veces, temida, que fascina a los neurólogos, trae
de cabeza a los sexólogos y cuya presencia, o ausencia, puede poner
cabeza abajo la vida en pareja, no podía pasar desapercibida para el
arte
voyeurista por excelencia: tras haber repasado temas aledaños, como
las mejores escenas de masturbación femenina o nuestro repaso al
sexo real en las películas mainstream, esta vez hemos decidido no irnos por las ramas y profundizar en el asunto (con perdón) elaborando una lista de
los mejores orgasmos de la historia del cine. En
este repaso, muy suavecito por lo demás, podréis encontrar momentos que
van desde lo violento hasta lo cómico, pasando por lo sensual. Ahora
bien, no busquéis el momento cumbre de
Meg Ryan en
Cuando Harry encontró a Sally, porque
aquí no vale fingir: todos estos momentos se ganaron su hueco en los
anales del séptimo arte a base de gustirrín cien por cien auténtico.
Orgasmo rítmico
Lo gozamos en… Delicatessen (Jean-Pierre Jeunet, Marc Caro, 1991)
Tratándose de una comedia postapocalíptica y caníbal, de un humor más
negro que el tizón y ambientada en una comunidad que ríete tú de
La que se avecina, esta escena supuso un bienvenido (y sexy) momento de distensión. Aclamado pronto como una de las escenas más memorables de
Delicatessen, el coito entre
Jean-Louis Dreyfus, carnicero antropófago, y la
prosti de buen corazón
Karin Viard alcanza
unas cotas tan efusivas que su tira y su afloja acaban transmitiéndose
al edificio entero, reaccionando éste de forma proporcional al
incremento del meneo hasta que todo acaba como tiene que acabar. Mucho
ojo al último plano, donde el
gag queda rematado de forma
sutilísima a la par que aceitosa. ¿Qué dirá la ley de la propiedad
horizontal acerca de momentos como este?
Orgasmo operístico
Lo gozamos en… El jovencito Frankenstein (Mel Brooks, 1974)
Para comprobar la verosimilitud de este momento, nuestro equipo de sexólogos cinéfilos ha hecho encuestas dignas de
Alfred Kinsey, obteniendo
dos posibles contestaciones: mientras que un cincuenta por ciento de
las consultadas ha respondido con un tortazo de esos que te dejan la
cara del revés, la otra mitad de nuestro universo estadístico nos ha
mirado con cara rara antes de dejar claro que no, que ellas nunca han
cedido al gozo carnal entonando
“¡Oh, dulce misterio de la vida, por fin te he encontrado!”, como esa
Madeline Kahn que comparte un revolcón en el heno con el monstruo
Peter Boyle. Dejémoslo, pues, en que al gran Mel Brooks le gusta exagerar en todos los sentidos.
Orgasmo elíptico
Lo gozamos en… Los Simpson (serie; ep. 13×4: Burns enamorado)
Según nos enseña la retórica, “elipsis” es la técnica consistente en
omitir algunos momentos del relato, bien en favor de la agilidad
narrativa, bien para provocar algún efecto en el espectador. Definición
ésta muy adecuada para escribir la escena que puedes ver en el vídeo.
Ahora bien: si hablamos de efectos, basta con ver el gesto satisfecho de
Marge para saber que ese suero afrodisíaco (compuesto por las glándulas de
“una especie de zorra que sólo vivió durante tres semanas en el siglo XVI”) provoca el efecto deseado. Las expresiones de pasmo lucidas por
Bart, Lisa y
Ned Flanders no hacen sino ratificar la efectividad del producto.
Orgasmo políglota
Lo gozamos en… Un pez llamado Wanda (Charles Crichton, 1988)
No hace falta haber leído el
Kama Sutra para saber que las
formas de llevar a tu pareja al clímax son tan abundantes como, a veces,
inescrutables, dependiendo de las apetencias y los fetiches de cada
cual. Algunas de esas técnicas, de hecho, ni siquiera precisan del
contacto físico, como nos demuestran aquí
John Cleese y
Jamie Lee Curtis: harta de malgastar su tiempo con ese
Kevin Kline que
ni siquiera es italiano, la maciza estafadora encuentra a su pareja
ideal en un diplomático muy dotado… para los idiomas. El florido verbo
italiano del ex
Monty Python (
“Ho sposato una donna che preferisce lavorare in giardino a fare l’amore appassionato!”) lleva a Jamie Lee a las puertas del cielo, pero cuando a Cleese le da por el ruso… ¡Ay, cuando le da por el ruso!
Orgasmo divino
Lo gozamos en… ¡Como Dios! (Tom Shadyac, 2003)
Atención: en este caso, la palabra “divino” no se refiere a la
calidad del placer alcanzado (aunque sospechamos que algo de eso hay)
sino más bien al sistema empleado para procurarlo. Recién investido de
poderes cósmicos por un
Morgan Freeman supremo,
Jim Carrey emplea su nuevo estatus para hacer que
Jennifer Anniston alcance el paraíso en la Tierra. Repitiendo un par de veces la palabra
“placer”, acompañadas de gestos raros y unas muecas marca de la casa, Carrey lleva a su
partenaire a
una exaltación venérea que no sólo hace peligrar la instalación
eléctrica de su edificio, sino que provoca en la moza unas inmediatas
ganas de más mambo. La omnipotencia, es lo que tiene.
Orgasmo aullador
Lo gozamos en… Porkys (Bob Clark, 1982)
Además de entrar en el
puticlub que da título al filme, y de
hacer agujeros en las duchas de las chicas, los protagonistas de esta
comedia guarrindonga y ochentera (pero, ojo, ambientada en los puritanos
años 50) tienen otra misión ineludible: averiguar por qué
Kim Catrall, la voluptuosa
profe de gimnasia, recibe un apodo tan perruno como
‘Lassie’. Según podrás comprobar en el vídeo de arriba, la respuesta salta a la vista. O, más bien, a los oídos.
Orgasmo superheróico
Malin Akerman Watchmen Sex Scene por alfasamecdotcom
Lo gozamos en… Watchmen (Zack Snyder, 2009)
En espera de que las producciones
Marvel se prodiguen más en momentos sexys (seguro que los
fans de
Scarlett Johansson, y no digamos los de
Chris Evans y
Robert Downey Jr., lo agradecerán muchísimo), la sátira superheróica adaptada por
Zack Snyder nos
ofrece un oportuno vistazo a cómo son los desahogos físicos entre
aventureros disfrazados. Tras una larga noche limpiando las calles de
escoria y ayudando a los inocentes,
Malin Akerman y
Patrick Wilson celebran su regreso a la acción culminando la noche en el aerodeslizador del segundo. Por si la escena, a ritmo del
Halellujah de
Leonard Cohen, no fuera lo bastante poco sutil, un inesperado chorro de llamas nos hace preguntarnos eso de “¿será una metáfora?”. Y
Alan Moore dirá lo que quiera, pero dicho detalle tan explicativo se hallaba ya en su cómic…
Orgasmo mecanizado
Lo gozamos en… Barbarella (Roger Vadim, 1968)
Las interacción entre la tecnología y los placeres de la carne ha sido explorada múltiples veces en el cine, desde el
Orgasmatrón concebido por
Woody Allen en
El dormilón hasta la alta repostería informática del
Merovingio en
Matrix Reloaded. Aun así, por mucho que avancen las ciencias, nada superará a este encuentro en la cumbre entre
Jane Fonda (agente espacial MUY ligera de cascos) y la
‘Máquina Excesiva’ del doctor
Durand Durand (Milo O’Shea). Tras
apresar a nuestra heroína y dejarla en pelota picada, el mefítico
aparato y su no menos maligno creador pretenden asesinar a Barbarella
llevándola a un gozo insuperable. Vana ilusión: la aventurera no sólo
demuestra una lubricidad que deja a la máquina hecha trizas, sino que
también se muestra un poco decepcionada cuando el pobre cacharro estalla
en llamas al no poder seguir su ritmo. Está claro que a esta chica no
la llaman
‘La Venus del espacio’ por nada.
Orgasmo combativo
Maria Bello- History of Violence por dm_50030febee9a2
Lo gozamos en… Una historia de violencia (David Cronenberg, 2005)
Descubrir que tu marido, aparentemente un es un ex matón de la mafia
con ciertos problemas de psicopatía tiene serios inconvenientes. Pero,
como descubre
Maria Bello en este filme del canadiense más morboso, puede tener también sus ventajas, sobre todo si el marido en cuestión es
Viggo Mortensen. Sin
ir más lejos, la revelación transmuta la apacible y satisfactoria, si
bien algo chuchurría, vida amorosa de la pareja en un apoteósico recital
de “ahora te pego, ahora te beso, ahora me…” celebrado en plena
escalera del domicilio conyugal, y al término de cuyas manipulaciones la
señora queda gimiendo como si no hubiese un mañana. Atención, chicos:
si no sois Viggo, ni se os ocurra intentarlo.
Orgasmo de Oscar
Lo gozamos en… Monster’s Ball (Marc Forster, 2001)
A lo largo de la historia del cine ha habido orgasmos más
estruendosos, más divertidos y también más publicitados. Pero, tras
observarla dejándose llevar por este tremendísimo cunnilingus, está
claro que
Halle Berry se ganó a pulso su Premio de la Academia. No contenta con dejar la pelvis de
Billy Bob Thornton hecha
un escombro en otra escena del filme, aquí la actriz reproduce con
inusitada fidelidad los efectos de un orgasmazo de padre y muy señor
mío, con sus jadeos, sus sudores, sus espasmos y su crujir de dientes.
¡Un aplauso, por favor!
Orgasmo radiofónico
Lo gozamos en… Partes privadas (Betty Thomas, 1997)
Rodada ex profeso para que
Howard Stern (el locutor más polémico de la radio estadounidense) luciera su gusto por la provocación y su viperina lengua,
Partes privadas pasó
desapercibida en España, merecidamente. Pero una de sus escenas merece
un hueco en este informe: nos referimos a aquella en la que, tras
recibir una inusual petición en antena, Stern lleva a una oyente al
clímax mediante una combinación de locución lujuriosa y su capacidad
para emitir estimulantes murmullos de baja frecuencia que convierten un
humilde (si bien voluminoso) bafle en un potente vibrador. ¿Machista?
Pues sí. Pero no nos negaréis que tiene su gracia.
Orgasmos múltiples
Lo gozamos en… Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001)
Empezamos este informe con una escena de Jeunet, y con otra nos
despedimos. Porque parece que el cineasta francés tiene una debilidad
especial por los clímax poco usuales o, como mínimo, peculiares: así
pues, cuando
Audrey Tautou se pregunta cuántas personas
estarán llegando al orgasmo en París en ese preciso momento, sin
importar los medios o la compañía usados para tal fin, la magia del
montaje no vacila en revelarnos que la respuesta es
“¡Quince!”.
Via:cinemania