Si uno lo piensa fríamente, el homenaje o reescritura final de
'La red social' (The Social Network, 2010) a
'Ciudadano Kane' (Citizen Kane, 1940) con los dos protagonistas presa de su peculiar recuerdo imborrable y materializado no deja de ser cándido.
Quiero decir, la película de
Orson Welles era una película terriblemente autobiográfica y un ataque, osado, a la figura de
William Randolph Hearst.
Si uno vuelve a ella, más allá del recuento de técnica, comprobará que
lo que a Welles le interesa es el poder que emana Kane/Hearst: el
peculiar espectáculo de grandeza y entretenimiento que generan sus
propios imperios.
La red social de
David Fincher y
Aaron Sorkin sobre la vida de
Mark Zuckerberg
y la gestación de Facebook es, probablemente, la película biográfica
más relevante (en términos culturales) que ha producido el Hollywood
reciente.
Y es toda una mentira épica.

En su ensayo "
Generación por qué", la escritora
Zadie Smith,
quien estuvo en Harvard durante el ascenso del verdadero Zuckerberg,
describe las diferencias entre la persona real y el personaje con una
brillante analogía: la real era romana, práctica y la cinematográfica
era griega y trágica.
El verdadero Zuckerberg, a diferencia de muchos otros sujetos
biográficos, está vivo. Bien vivo. Y puede seguirse, si uno tiene tiempo
y ganas, su vida y obras porque no han hecho más que empezar. Así que
cuando uno acude a cualquier entrevista, comprueba decepcionado que el
héroe psicopático y fascinante creado por
Jesse Eisenberg
es tremendamente irreal y nada tienen que ver con el hombre de habla
lenta, agradable y de mirada ausente pero nada amenazadora ni feroz que
es el Zuckerberg del que tenemos noticia y testimonio.
Y sin embargo la película funciona.
¿Pero por qué? No dudaremos en responder: la tremebunda dirección de
Fincher. Los ajustados y veloces diálogos de Sorkin. Bien, bien. Pero
hay algo más ¿y qué es ese algo más? ¿Es una historia universal de
traición? Al contrario. Es ofrecer una mirada sobre una generación muy
particular y sus hábitos.
En la escena inicial, el Zuckerberg ficcional y sus compinches nerdos
crean un borrador de la popular red social bajo una excusa misógina. Al
mismo tiempo, pues esto sucede tras una ruptura amorosa, un grupo de
chicos populares de Fraternidad celebra una dionisíaca y francamente
sensual fiesta llena de drogas y besuqueos.
Mitologías
Hay dos tipos de personas en el universo de Zuckerberg: los que están
en la fiesta y los que están en los ordenadores Pero también algo más
profundo: también hay muchos tipos de misoginia y uno de ellos está tras
los ordenadores frente a los anhelos de una liberación sexual que vemos
ahora un pelín más incompleta.
La base del guión de Sorkin fue un libro de rumores, prosa aforística y llena de pseudotitulares de
Ben Mezrich. En varias entrevistas,
Kevin Spacey (productor de la película) y Fincher confiesan su intención clara de hacer algo como
'El Graduado' (The Graduate, 1967) cuando rodaban la película.
Parece evidente, pues, que ni el tono ni las intenciones tendían
hacia el documentalismo. Sin embargo, en la estrategia hay algo bastante
inteligente.: la idea de crear una narrativa popular que nos sirva como
reflejo cultural en vez de una rigurosa factualidad - estrategia nada
desdeñable, por otra parte.
La película de
Mike Nichols, ambientada por las canciones folk suaves de
Paul Simon y
Art Garfunkel,
y el conflicto, a ratos inverosímil, de un Dustin Hoffman frente a Anne
Bancroft y Katharine Ross ejemplificaba perfectamente las posibilidades
de un tiempo diferente a éste.

Eran los años sesenta, y en los Estados Unidos la liberación sexual se
hacía más real y verídica. La película, con su sentido del humor sutil y
vibrante, funcionaba, al mismo tiempo, como historia de las fantasías
masculinas y como muestra de las fragilidades de la misma condición
romántica en un tiempo cambiante.
Fincher usa los ritmos electrónicos de
Atticus Ross y
Trent Reznor
(con la excepción final de los Beatles) y sus hombres tienen también
severos problemas con su condición masculina.: su Zuckerberg admira,
pero no termina de comprender, al cofundador de Napster
Sean Parker, quien tiene un descaro para la fiesta y la diversión ajenos a él. La elección de
Justin Timberlake para interpretarlo es totalmente intencional.
El compañero de generación de Zuckerberg,
Eduardo Saverin, interpretado por
Andrew Garfield,
no por menos maniático es menos inepto: resulta un acierto del
guionista Sorkin democratizar la torpeza con las mujeres de sus dos
héroes.
Parece evidente, pues, que
Hollywood es más hábil con un relato mítico que con el verídico.
Pero entonces
¿cuál sería la diferencia entre La Red Social
y los biopics cursis de los que hablamos al principio? ¿Son solamente
distintos por mi preferencia de uno sobre otros o por una calidad
evidente de uno sobre otros? ¿No hay otras razones?
Via:blog de cine